Sevilla al día
La medalla de las Esclavas
La Inmaculada es el cordón umbilical que une a los antiguos alumnos con el colegio que fundaron hace ahora 125 años el cardenal Marcelo Spínola y Celia Méndez
Todas las niñas que salieron del colegio mantuvieron un vínculo callado con la Virgen que preside aquella hermosa capilla de la calle Jesús de la Vera Cruz. Esta Inmaculada no sale en procesión ni aparece en los medios cofrades. Es una devoción forjada durante años ... desde la más tierna infancia hasta la frontera de la madurez, grabada a fuego sin más proselitismo que los rezos a la hora del Ángelus, en la coronación de mayo o en la entrega de la medalla para los que se estrenan.
La Virgen de las Esclavas es el cordón umbilical que une a los antiguos alumnos con el colegio que fundaron hace ahora 125 años el cardenal Marcelo Spínola y Celia Méndez. Los antiguos alumnos de este centro nunca se van del todo. Delante de la Inmaculada se siguen casando y todos tienen guardadas como oro en paño sus medallas, que rescataron el pasado sábado.
Todo el colegio se reunió en un día histórico. Se reencontraron promociones, hubo alumnos que se volvieron a ver después de décadas sin hacerlo. Los barrios de San Vicente y San Lorenzo se engalanaron para una procesión insólita, preparada con mimo por la dirección del centro y en la que participaron en el cortejo todos los cursos, como una escalera de colores con los uniformes de Infantil, Primaria y Secundaria. Una gran cofradía de pequeños estudiantes con cirio, y alrededor de ellos sus madres, muchas de las cuales han pisado aquellas aulas y han transmitido de generación en generación aquella devoción tan reservada.
La procesión de la Inmaculada de las Esclavas se celebró una semana después que la Magna. Tenía atractivos, como la música de Tejera. Pero la multitud de personas que se concentró durante todo el recorrido no acudió a ver una Virgen de gloria ni una extraordinaria, sino a la imagen de su infancia.
Por eso fue tan especial, porque fue una sola vez en la vida, por una razón de peso, por el simbolismo que supuso llegar todo el colegio unido ante el Gran Poder y a San Lorenzo, donde el arzobispo de los pobres -por entonces párroco- se encontró por primera vez hace justo 150 años con una marquesa viuda que necesitaba confesarse en busca de respuestas. Aquella mañana que Celia Méndez se sentó en el confesionario de Marcelo Spínola se fraguó la historia de la congregación de las Esclavas del Divino Corazón, que un cuarto de siglo después levantaron el colegio más grande del Centro de Sevilla y abrieron otros por toda España.
Hoy hay monjas trabajando desde Madrid a Angola mientras el colegio mantiene vivo el carisma que le impregnaron sus fundadores, a través de una educación moderna basada en valores religiosos. La ciudad debe al beato Spínola la búsqueda del camino definitivo de la santidad.
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