Sí o qué
Elogio a la pata de jamón
La escasa excelencia de Lipasam tiene en estas dos patas de jamón sincronizadas en el tiempo y en el espacio el paradigma de su incompetencia
Hay en mi barrio un rincón especial donde cada cierto tiempo aparece una pata de jamón. La pieza, en el hueso, va rondando día tras día por los aparcamientos en cordón de la calle Baños sin que nadie la retire. Allí, junto a la calzada, ... en junio de 2022 se convirtió en una atracción para los vecinos, que de hacerle fotos al caminar empezaron a ignorarla como un mobiliario más de una calle por la que Lipasam no pasaba. Y esa era la prueba del algodón que demostraba también que la retirada de los contenedores de basura de Torneo -adonde tienen que ir cientos de residentes de esta zona del casco histórico a tirar sus desperdicios- había convertido en un estercolero este tramo y algunos colindantes. Pasaron semanas hasta que desapareció la pata de jamón junto al bordillo de la acera de los pares de Baños, no se sabe si porque alguien se la llevó de recuerdo a casa y darle así sabor al puchero o porque la publicación en ABC de esta aparición permanente motivó que por una vez Lipasam hiciera su trabajo.
La ciudad estaba sumida en una cochambre bochornosa, donde incluso había zonas en las que el zapato se pegaba a la roña implantada en el suelo tras meses, o incluso años, sin un solo baldeo. La pata de jamón de la calle Baños se convirtió en un símbolo de la degradación de esta zona desprovista de un servicio de limpieza en condiciones que todos pagamos y que le acabó costando el puesto al alcalde Antonio Muñoz, amén de la indeseable compañía de Pedro Sánchez en la carrera electoral.
Pero ojo, porque la pata de jamón, no sabemos si la misma o una reproducción, volvió a aparecer en el mismo sitio hace un par de meses. Allí estaba, de repente, a la vera del citado bordillo de la acera de los pares, donde aparcan los coches. Callada, canina perdida ya, con el tocino más negro que el adoquín de Gerena de la calzada, permanecía allí tirada. Impasible ella, entre las ruedas de los vehículos... Quién sabe si alguno la llegó a atropellar. Volvió el hueso, quizá de un 5J bien aprovechado, a la calle de los Baños, que deben su nombre a la Reina Mora y no al que le dan los de Lipasam al suelo, que sigue con la misma mugre pegajosa que cuando apareció la pata en 2022.
La escasa excelencia de nuestro servicio de limpieza municipal tiene en estas dos patas de jamón sincronizadas en el tiempo y en el espacio el paradigma de su incompetencia. Porque día tras día permanecía allí. Sólo cambiaba el coche al que le tocaba ese espacio. Así, durante más de una semana hasta que de nuevo se le perdió la pista. Volverá a aparecer, seguro, en cuanto el vecino que la consume vuelva a devorar la siguiente paletilla y prefiera abandonarla allí, con el frío del invierno o los ardores del verano, bien por falta de ganas en llegar hasta los lejanos y escasos contenedores de Torneo, bien por tradición de donarla a la ciudad como símbolo arqueológico de la podredumbre de nuestros servicios públicos desde hace años. En algún lugar de mi barrio hay ahora una pata de jamón en la cocina que acabará en la indigencia de la calle Baños a la espera de que el alcalde arregle en este año de la esperanza la falta de limpieza en esta Sevilla hedionda.
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