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SIN ACRITUD

Orgullo paterno

Lo que sintió Felipe VI durante el agradecimiento de sus hijas es lo más parecido a la felicidad que un hombre puede experimentar en toda su vida

Ignacio Moreno Bustamante

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Esa cara, ese gesto, no se pueden fingir. Es imposible que sea algo impostado. Esos ojos vidriosos, ese labio entre sonriente y tembloroso. Ese ademán de inicial asombro que da paso a la alegría. Contenida, eso sí. Y de ahí a uno de los mayores ... niveles de felicidad que un hombre puede llegar a alcanzar: el orgullo paterno. Si es cierto que la cara es el espejo del alma, la de Felipe de Borbón y Grecia en ese instante era un alma plena. Ese primer plano que hemos visto todos del Rey Felipe VI en el momento en el que sus dos hijas, Leonor y Sofía, interrumpen el almuerzo de conmemoración del décimo aniversario de su proclamación, habla por sí solo. Ni mil palabras más. Vale infinitamente más la imagen de las dos levantándose y dirigiéndose a los asistentes: «Mamá, papá, Majestades. Perdón por colarnos pero nosotras también tenemos algo que decir hoy». Para a continuación «pedir un brindis por nuestra madre y nuestro padre, por nuestros Reyes, porque desde que nacimos nos han enseñado el valor de esta institución, de la Corona, su utilidad para nuestra sociedad y su propósito de servir a todos. Mamá, papá, gracias». Espectacularmente sencillo. Sencillamente espectacular.

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