SIN ACRITUD
Mentirse a uno mismo
Sánchez lleva al extremo su farsa con tal de alcanzar sus metas políticas; sus técnicas de comunicación recuerdan a la Alemania de Joseph Goebbels
LA mente humana es maravillosa. Y también puede ser tremendamente perversa. Sin meterme a psicólogo –Dios me libre–, una de las peores jugarretas que puede hacerte tu propia cabeza es llevarte al autoengaño. Hay muchas formas de autoengañarse. La más común es cuando uno se ... miente a sí mismo para justificar sus malas acciones. Desde el inocente «he suspendido porque el profesor me tiene manía» al gravísimo «me has obligado a pegarte porque he visto cómo mirabas a ese hombre». Uno se busca excusas para no reconocer que es un vago, un torpe o un ser despreciable. Eso es exactamente lo que lleva haciendo Pedro Sánchez cinco años. Y de forma especialmente sangrante desde las elecciones del pasado 23 de julio. Autoengañarse para justificar ante los demás lo que ahora llama «cambios de opinión». Si el líder del PSOE hiciera un mínimo examen de conciencia, si rebobinara a sus propios orígenes y buceara en su interior, no tendría más remedio que reconocer que todo lo que predica a día de hoy es falso. «No podría dormir pactando con Podemos», «no habrá indultos», «no pactaremos con Bildu», «llevaremos a Puigdemont ante la Justicia», «la amnistía no tiene encaje posible en la Constitución»... Las pruebas documentales son tantas y tan evidentes que abruman. Pruebas palmarias. Pruebas de no hay más preguntas señoría. Sin embargo, a fuerza de insistir en sus contradicciones, Sánchez ha llevado al extremo aquella máxima de que «una mentira mil veces repetida se convierte en verdad». Al menos para sus simpatizantes. Ojo, que esta frase se le atribuye nada menos que a Joseph Goebbels, jefe de campaña de Adolf Hitler. Tela marinera. Esos dos sí que eran expertos en justificar tanto el fin como los medios para alcanzarlo. Ese engañarse a uno mismo es el camino más directo a perder toda noción de la realidad, que es exactamente lo que le ha ocurrido a presidente del Gobierno. Y lo realmente grave es que lo ha inoculado en millones de españoles que han asumido los embustes de su líder como propios.
Ya sabemos que Sánchez no va a reflexionar. Jamás reconocerá que esos «cambios de opinión» sólo se justifican por su dependencia política –en forma de escaños– de la extrema izquierda y la extrema derecha tanto vasca como catalana. Como eso obviamente no va a ocurrir, lo único que podemos hacer los españoles constitucionalistas es iniciar la cuenta atrás y pensar que cada día que pasa es uno menos para que algún día este hombre deje de ocupar la Moncloa. Y confiar en que Feijóo haga una oposición firme y dura para que el daño sea el menor posible. Va a ser largo y duro, pero en este punto estamos. No hay otra. Y todo a causa de los desvaríos de un ególatra obsesionado con el poder. Que se miente a sí mismo para justificar sus malas acciones. Y que ha logrado engañar a millones de españoles.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete