SIN ACRITUD
Jóvenes... y egoístas
La excusa del dinero para no tener hijos no vale; las generaciones anteriores estábamos peor y los tuvimos a porrillo
Resulta altamente sorprendente que la inmensa mayoría de nuestros jóvenes reconozcan abiertamente que no quieren ser padres. No está entre sus prioridades. Por lo visto –y según los más sesudos estudios de las más prestigiosas universidades, fundaciones y entes varios– el mundo ha cambiado. ... La juventud tiene otras ambiciones. Que si la globalización, que si viajar, que si necesitan tiempo para ellos. Con los sueldos como están ni se plantean generar su propia prole. Alguno hasta afirma que aquellos que sí se animan a hacerlo son unos egoístas, ya que quienes sufren las consecuencias de su mala situación económica son los propios niños. Y venir al mundo para sufrir, pues no. Menudo argumento. ¡Hay que ver cómo están las cabezas de los Millenials! Fatal. Y los de la generación Z, que viene detrás, aún peor. Autojustificarte queda muy bien para tranquilizar tu conciencia. Pero si no quieres ser padre porque la economía del mundo globalizado es un desastre, o por no sé qué del cambio climático o porque prefieres adoptar un galgo, el egoísta eres tú. Tan simple como eso.
Demostración empírica. Con datos irrefutables. Años 50, posguerra española. En España nacen más de 600.000 niños de media al año. Las preocupaciones de la inmensa mayoría de aquellos padres, en pleno franquismo, no eran precisamente viajar a Eurodisney o hacer una escapadita de fin de semana. Y los sueldos no llegaban ni para un cinturón, que se ataban los pantalones con una cuerda. En los 60 y los 70 la cifra de nacimientos es aún mayor.La mayoría de aquellos padres también eran humildes de toda humildad, y tenían a los hijos de ocho en ocho, cuando no de diez en diez. Con el fin de la dictadura y los primeros años de la democracia, la cifra se mantiene en torno a los 600.000 niños al año. Y ya a partir de los 80 empieza a caer progresivamente hasta llegar a hoy día –con algún pico de crecimiento antes de la crisis de 2008– que estamos en la mitad. No quieren enterarse los jóvenes de hoy en día que todas las generaciones que les han antecedido se han enfrentado a dificultades económicas mucho mayores que las que ellos sufren ahora. Los de mi generación –este año me caen 50 palos y quizá por eso me esté volviendo tan cascarrabias– también las pasamos canutas al principio trabajando sin contrato o en condiciones muy precarias. Y nuestros padres y abuelos para qué contarles. La diferencia es que los jóvenes de hoy en día han vivido muy bien. Y no quieren renunciar a tanto privilegio. A buen seguro, buena parte de la culpa la tenemos nosotros, sus mayores, que estamos criando dos generaciones de acomodados que ahora no saben afrontar las dificultades propias de la vida. Ellos no lo tienen fácil, está claro. Pero tampoco lo tuvimos nosotros. E hicimos sacrificios. Muchos. Seguimos haciéndolos. Por ellos, precisamente. Así que no valen excusas económicas. Donde comen dos comen tres, es la filosofía. Si no lo hacen es por comodidad. Por puro y simple egoísmo. Aunque quizá el egoista sea yo y lo único que me preocupa de todo esto es quién puñetas va a pagar mi pensión dentro de unos años.
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