SIN ACRITUD
Ni el fondo ni las formas
La imagen de María Jesús Montero potencia los tópicos que nos persiguen a los andaluces desde hace siglos
Hay detalles que definen perfectamente a una persona. Sin necesidad de que abra la boca para hablar. Gestos. Llámelo clasismo si quiere, pero uno de ellos es la posición del dedo meñique a la hora de tomar una taza de café. O de aplaudir. Ese ... dedo siempre –siempre– debe estar recogido junto a los otros cuatro, salvo que tenga usted un certificado médico en el que ponga claramente que sufre 'dedo en gatillo'. En ese caso está permitido. Pero o está diagnosticado de 'Tendinitis flexora digital' o no hay excusa. El dedo meñique estirado es una catetada. Sin embargo, por alguna extraña razón, hay quienes estiman que es justo lo contrario. Lo consideran el summum de la elegancia. Del refinamiento. Cuando es exactamente lo contrario. Por eso los define en muchos sentidos. Qué tiempos aquellos en los que mandaban la distinción, las buenas maneras. En casi todos los órdenes de la vida, con el cine de Hollywood de los años 60 como máximo exponente. Hoy todo eso –o casi todo– se ha perdido. La vulgaridad se ha propagado como una pandemia y hay quien incluso la lleva a gala. Como una especie de certificado de autenticidad. Gente auténtica. Del pueblo. De la calle. Por supuesto esta ordinariez se ha apoderado también de la política. Aún quedan representantes públicos que saben guardar las formas. Pero cada vez quedan menos. La presentación de María Jesús Montero como nueva líder del PSOE andaluz fue una auténtica oda a la chabacanería. El dedo tieso aplaudiendo es el detalle. Pero también fue todo lo demás. Desde su entrada a voz en grito como si hubiese ganado la Champions League. Tanto gesto exagerado. Nadie pretende que sea Audrey Hepburn en 'Desayuno con diamantes'. Pero sí que, como cabeza visible del socialismo andaluz, trate de dar otra imagen que nos ayude a luchar contra los tópicos que nos persiguen. No sólo no lo hace, sino que los potencia.
Sea como fuere, allá ella con su histrionismo. Las formas son importantes. Mucho. Pero aún más lo es el fondo de las cosas. Y el fondo de su candidatura está lleno de matices que no auguran nada bueno. Para empezar es un 'dedazo' de Sánchez. Las bases, la militancia, la democracia interna, las primarias... todo el discurso buenista del líder supremo una vez más saltado a la torera por un fin superior. El presidente del Gobierno necesita alguien fuerte en Andalucía –y en Madrid, en Aragón, en Valencia, en Castilla– y es obvio que con Juan Espadas no iba a ningún lado. Montero, que viene obligada por más que repita que está encantada y que nunca se fue, va a ejercer una oposición mucho más ruidosa. Y además juega con la ventaja de la falta de escrúpulos del 'sanchismo' a la hora de utilizar cualquier aparato oficial del Estado para sus intereses políticos particulares. Y el ministerio de Hacienda es uno muy potente. En Jaén lo saben bien. Montero garantiza entretenimiento, eso es evidente. Tanto por sus formas como por el fondo. Sería hasta divertido si no fuera porque es de una enorme tristeza comprobar que lo mismo que la vulgaridad en buena parte de nuestra sociedad, el 'sanchismo' amenaza con extenderse también por buena parte de Andalucía.
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