SIN ACRITUD
Una España mejor
Nada más español que el Lamborghini Islero, todo un homenaje de su creador al toro que mató a Manolete
Una de las grandes aspiraciones de toda persona de bien debería ser tener algún día un Lamborghini. Ganado honradamente, con el sudor de su frente. Disfrutar yendo de picnic en su pedazo de coche deportivo, no en el autobús de la línea 5 que te ... deja a las afueras. Eso es de tiesos. Un Lamborghini eléctrico, si quiere. Que proteja el medio ambiente como el que más. Un lujo merecido sin hacer mal a nadie. Eso es lo que no acaba de entender el comunismo, o el socialismo radical que practica Pedro Sánchez. La moralina por goteo es lo que tiene. Todo el día erigiéndose en adalid de la ética y la moral debe ser muy cansino. Pero ahí sigue. Inasequible al desaliento. Pese a todo. Pese a Begoña. Pese a su hermano. Pese al Falcon. Más Lamborghinis y menos lecciones baratas de buen ciudadano es lo que hace falta. Además, lo que no sabe nuestro presidente es que no hay marca de coches de lujo más española que esta. Originaria de Italia, sí. Pero su creador, Ferruccio Lamborghini, era un apasionado de la tauromaquía. Por eso todos sus coches tienen nombre de ganaderías o de míticos toros indultados. Espada, Urraco, Miura, Diablo, Aventador... y el favorito de la afición, Islero, el toro que mató a Manolete. El Lamborghini Islero es un coche precioso. Un deportivo clásico de los años 70 con una línea absolutamente innovadora para la época. Un cochazo en el que uno se imagina a James Bond acompañado de una bella señorita por una carretera de Saint-Tropez, llena de curvas y el mar bajo un acantilado. La aspiración de todo gobierno debería ser que sus ciudadanos condujeran coches de lujo. Igualarnos a todos por arriba, no por abajo.
El 'sanchismo' pasará a la historia por la ingente cantidad de tropelías cometidas con el único fin de perpetuarse en el poder, cuan tirano opresor de un país subdesarrollado. Se ha cargado la separación de poderes, ha claudicado ante la izquierda radical comprando su discurso, se ha plegado a todos y cada uno de los deseos del nacionalismo catalán y vasco. Sea a la izquierda con ERC y Bildu, o a la derecha con Junts y PNV. La ley del sí es sí, los indultos, la amnistía, los presos, el cupo catalán... cualquier medio le ha valido para alcanzar su fin de seguir luciendo traje a medida con aires de postureo ante las cámaras. Todo aderezado con ese buenismo que le lleva a anunciar cada cierto tiempo diferentes regalías como descuentos en el autobús, bonos para los jóvenes, cine gratis para los jubilados o rebajas en el IVA del aceite. Medidas inocuas que apenas suponen un mínimo porcentaje de lo que recauda vía impuestos desorbitados y que no alivian a ninguna familia en tiempos de inflación desbocada. Un gobierno, por muy socialista que sea, debería aspirar a crear riqueza, debería fomentar que todos y cada uno de sus ciudadanos pudieran valerse por sí mismos, sin necesidad de paguitas y subvenciones. Debería desear que todos viajáramos en Lamborghini, no en autobús. Esa sí sería una España infinitamente mejor.
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