tribuna abierta
Una educación sin exigencia
La educación blandengue forma una sociedad infantilizada, de adultos incapaces de asumir responsabilidades
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En los últimos meses se han publicado diferentes estudios científicos que muestran un retroceso de la calidad educativa. Los resultados obtenidos parecen indicar que las medidas tomadas en los últimos años no han sido acertadas. Dada la importancia que tiene la educación para el desarrollo ... y progreso de las personas, conviene analizar detenidamente las causas que nos han llevado a la situación actual. En mi opinión, el principal error radica en desconocer la finalidad de la educación: la transmisión de conocimientos del que sabe al que ignora, basándose siempre en el respeto a la verdad. Es decir, la esencia de la educación es la difusión de la verdad en un campo concreto. En esta línea, el profesor Ismael Sanz, uno de los mayores expertos en educación, señala que no se pueden adquirir las competencias (saber hacer) si antes no se han adquirido los conocimientos (saber). Por tanto, para tener pensamiento crítico, primero se deben tener muchos conocimientos sobre la temática cuestionada, ya que no es posible criticar lo que no se conoce.
Un modo equivocado de entender la función de la tarea educativa desemboca en modelos educativos basados en la mediocridad, muy empobrecedores para los educadores, para los alumnos que reciben dicha formación y para el conjunto de la sociedad. Actualmente, el fin que persigue la educación está siendo atacado por diferentes medidas que exponemos seguidamente.
Un primer error consiste en despojar de autoridad a los profesores. El argumento empleado es sencillo: tomando como punto de partida una pedagogía buenista y simplista, basada en lo políticamente correcto, se considera que la autoridad ahoga la iniciativa del estudiante. De este modo, se pretende que el alumno aprenda según sus propias impresiones o apetencias, o según las modas de cada momento. A esto se añade el papel de muchos padres, que acuden al centro escolar a quejarse del nivel de exigencia y del trato que reciben sus hijos. Con estas actuaciones, se forman jóvenes caprichosos, sobreprotegidos e inmaduros, a los que sus progenitores desean evitar cualquier contratiempo o sufrimiento. Esta educación blandengue forma una sociedad infantilizada compuesta por adultos incapaces de asumir responsabilidades.
Ante esta coyuntura, el profesor adopta un perfil bajo y busca agradar a los alumnos y no crearse problemas, al no tener garantizado el apoyo del centro docente ni de las familias en caso de enfrentamiento con los estudiantes. Se trabaja con temor a ser criticado por los alumnos o sus familias en los célebres grupos de WhatsApp o en las redes sociales. La nueva tarea del educador se centra en resolver problemas de índole no académica, para los que no se encuentra capacitado o en que los alumnos adquieran competencias y habilidades, generalmente tecnológicas.
Se premia la mediocridad y se rechaza la búsqueda de la excelencia y el trabajo bien hecho. Se considera retrógrado el esfuerzo, la constancia o el afán de superación. Se busca que los niños no sufran y hagan siempre lo que quieren. De esta forma, la educación acaba creando personas consentidas que se dejan llevar por el ambiente y las modas dominantes del momento. A la hora de evaluar a los alumnos se implanta un modelo educativo sin exigencia, rechazando la excelencia, el esfuerzo y la recompensa a los estudiantes que obtienen mejores resultados académicos. Se aplican criterios igualitaristas, igualando a todos por abajo (es decir, se aplican a la educación los postulados de la lucha de clases marxistas) y negando a los mejores alumnos la posibilidad de desarrollar al máximo sus capacidades.
Las deficiencias señaladas no deben conducirnos al lamento estéril. Ahora es más necesario que nunca tomar medidas que reviertan la situación e ilusionen a docentes. Es el momento de recordar la frase del historiador estadounidense Henry Adams: «Un profesor trabaja para la eternidad: nadie puede decir dónde acaba su influencia».
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