sábado
El imposible fin de semana
Hemos descubierto que Sevilla para el sevillano se está convirtiendo en una tierra inhóspita cuando llegan días en los que, sin celebrarse nada, miles de personas vienen y toman las calles para descubrirlas y disfrutarlas
¿Temporada baja? ¿Quién lo ha dicho? Cada fin de semana que pasa y nos adentra en diciembre tenemos más la sensación de que Sevilla se ha convertido en un paraíso imposible para quienes la solemos disfrutar y sufrir de manera cotidiana. Nada más se ... van las calores, o incluso con ellas, los viernes comienza a llegar un perfil muy determinado de turismo nacional o de países cercanos como Portugal, Francia e Italia. Lo detectan los bares a los que entran para desayunar cuyos profesionales ya saben chapurrear algo en las lenguas de Saramago, Víctor Hugo o Dante. A partir de una determinada hora del sábado la Ciudad parece que pone el cartel de no hay billetes.
Ocurrió hace una semana. Alguien viene del Aljarafe a dar una vuelta y disfrutar de un sábado de otoño en plenitud. El primer inconveniente fue dejar el coche. Todos los aparcamientos del centro y alrededores estaban completos desde poco después del mediodía. Imposible. Pon que ahí pierdes hora y media hasta que llegas al campo de la Feria y lo dejas cerca del Metro para montarte y llegar a la Puerta de Jerez. Los planes improvisados no sirven. La protagonista de esta historia había quedado con unos amigos de fuera para enseñarles algo de Sevilla. Tanto ella como los foráneos creyeron que, sin reserva algún restaurante o bar pillarían no ya en la almendra del centro, de la que se marcharon, sino en las zonas que circundan el meollo principal del casco histórico. Segundo imposible. Dos cervezas unos vinos y unas tapas de pie a eso de las cuatro de la tarde sirvieron para saciar el apetito.
No es quejarse por todo, que va, casi todo lo contrario porque sin turismo no sabemos lo que sería de la Ciudad. Pero hemos descubierto que Sevilla para el sevillano se está convirtiendo en una tierra inhóspita cuando llegan días en los que, sin celebrarse nada, miles de personas vienen y toman las calles para descubrirlas y disfrutarlas. Hay fines de semana que son imposibles sin que se celebre nada. Imagínense como estaremos el que viene cuando lo celebramos casi todo.
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