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SÁBADO

Una herida que se abre

Hay una ley penitenciaria que establece cuando a un recluso le pueden dar el tercer grado. La ley es la ley comentaban tertulianos en Madrid. La ley es la ley incluso cuando no se cumple como es el caso

Francisco José López de Paz

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Un chaval de 25 no sabe quien es Harriet Iragi. Ni tampoco Jon Igor Solanasu compañero de pistolas. Si no es porque se lo han contado sus padres no tendrán ni idea de lo que pasó aquella tarde de 16 de octubre de 2000 cuando ... estos dos jóvenes entraron en la consulta de un médico y le descerrajaron varios tiros. Lo hicieron porque era militar, no por médico. Porque pertenecía a esas fuerzas de ocupación de Euskadi contra las que luchaban los que intentaban salvar a la patria a golpe de balazos. No. No recuerdan la tarde templada de mangas cortas, ni el miedo de la gente. Ni el valor de la gente persiguiéndolos por la Torre de los Perdigones. Ni el pavor que se adueñó del Mercadona de la Plaza de Armas cuando alguien dijo que les habían visto allí. Aquella tarde anocheció antes a pesar de no haber cambiado al horario de invierno. Tarde de ir al colegio a por sus hijos y llevarlos antes a casa. Tarde de miedos hasta que la radio dio la noticia de la detención de los dos etarras en la barriada del Cerezo.

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