tribuna abierta
Filosofía y empresa
Necesitamos a los tecnólogos pero la dirección de la tecnología es una decisión de carácter humanista en el que debe darse un diálogo abierto del que participen profesionales con formación diversa

La figura de los CEOs o los directores generales de formación humanística es mucho menos común que la de los CEOs o directores generales con formación técnica. Hay, por ejemplo, muchos ingenieros que están en los primeros niveles de las grandes compañías y que sin ... embargo no tienen una formación específicamente empresarial. Lo cual revela una cierta depreciación de la formación impartida en las carreras de «letras», por así llamarlas, como 'capacitantes' para la actividad productiva.
Es co mo si se hubiera instalado en la conciencia colectiva la idea de que de carreras como Filosofía, Historia, Comunicación, Filología o incluso Derecho, aunque en bastante menor grado, sólo pudieran salir profesionales aptos para el mundo de la academia, la universidad, las publicaciones, la investigación, la divulgación, la abogacía tradicional, pero no para las actividades directamente asociadas a la actividad empresarial.
Este gap evidente no sólo se observa en los primeros niveles del organigrama, sino tambien en los niveles medios y más básicos de las empresas. Recientemente, mi organización ha impulsado un proyecto de los llamados «universidad-empresa». En concreto un acuerdo con la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla para acoger alumnos en prácticas de grado y master, y su decana comentaba que iba a ser el primer empresario en Sevilla en hacerlo, lo cual me resultó verdaderamente sorprendente. Aunque quizás no tanto. La realidad es que hay también licenciados y doctores en Filosofía trabajando en empresas, pero los que conozco suelen comentarme que sus estudios no fueron la mejor ayuda para conseguir su trabajo.
Y contra esa realidad hay que luchar, quizás también realizando alguna adaptación en los programas académicos, pero sobre todo desmontando prejuicios, porque la Filosofía, como muchas otras humanidades, sí tiene muchas cosas que aportar al mundo de la organización empresarial. Tengo pendiente de lectura el libro que la doctora en Filosofía y especialista en Recursos Humanos Pillar Llácer ha escrito para la editorial Almuzara y que se titula 'Por qué deberías tener a un filósofo en tu empresa'. Sin haberme empapado de las, seguro que muy interesantes, razones que este ensayo aporta, yo ya estoy convencido de la fiabilidad y garantía de esta apuesta por la simbiosis de filosofía y empresa.
La puesta en valor del propósito y la orientación hacia una misión o visión directamente conectada con el interés general y el beneficio conjunto de la sociedad; las políticas de responsabilidad social corporativa, que parten de una concepción de la empresa que excede su dimensión productiva para contemplarla como una organización comprometida con los actores de su entorno que debe contribución a la generación de riqueza y bienestar, además de preservar el medio ambiente; la propia valoración del concepto de cultura corporativa, que pretende hacer de la empresa no sólo una organización eficiente, sino también una arquitectura de valores compartidos; la importancia de las políticas de cumplimiento, que sin el trasfondo de un compromiso ético común quedan convertidas en un cascarón normativo hueco; la propia comunicación empresarial, convertida en retórica vana sin una conexión entre el decir y el hacer; las exigencias de la transparencia, que son hoy uno de los imperativos más importantes de la esfera pública; y quizás, por encima de todo, el cuidado y la promoción de las personas, como el bien más valioso de cualquier organización… todas estas tendencias empresariales, fácilmente constatables, ponen a la filosofía y la ética en el centro de la gobernanza empresarial.
Necesitamos, igualmente, filosofía para el fomento del emprendimiento. Valores como la resiliencia, el liderazgo, la confianza en el juicio propio, la cultura del ahorro y la reinversión, reiteradamente destacados en el nuevo relato empresarial y de emprendimiento, son denominaciones diferentes de muy viejos principios filosóficos que pueden rastrearse en el estoicismo, el humanismo cristiano, el pensamiento ilustrado… Es mucho más fácil no sólo entusiasmarse con la idea de ser empresario sino adoptar las actitudes que conviene a un empresario habiendo leído a Marco Aurelio, Séneca, Stuart Mill, Popper, Hayek…
Finalmente, quiero subrayar los desafíos éticos que la llegada de la IA generativa, la explotación inteligente de los datos y el empleo de los algoritmos en la gestión y captación de la cartera comercial representan para las empresas. Afrontar todos estos retos desde la filosofía y con el respaldo de la filosofía es apostar por el humanismo empresarial. Necesitamos a los tecnólogos por supuesto pero la dirección de la tecnología es una decisión de carácter humanista en el que debe darse un diálogo abierto del que participen profesionales con formación diversa, no sólo técnica.
En definitiva, estoy convencido de que la filosofía tiene mucho que aportar al mundo de la empresa, donde los equipos son cada vez más interdisciplinares e integrados, porque los retos son también variados y complejos. Como la vida misma.
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