tribuna abierta
Sufrimiento, muerte y eutanasia
La realidad del sufrimiento, con toda su complejidad, es una parte básica de la condición humana, y un asunto inevitable en la atención al enfermo
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Estamos en España bajo el influjo de una ley aprobada en marzo de 2021 que plantea como un derecho que, frente al sufrimiento, existe la posibilidad de acabar con la vida de una persona. Hace 50 años el tabú era el sexo. Hoy el tabú ... es la muerte, nadie habla de ella. Clásicamente había un Ars Moriendi, un ritual que permitía la despedida en familia. Hoy prima «la cultura de la anestesia», con una tolerancia cero al sufrimiento; la muerte ha sido alejada de la vida de las personas. Zygmunt Bauman plantea que vivimos en medio de una modernidad líquida donde «los valores y las virtudes están en crisis: el hombre líquido los cambia según las circunstancias como el líquido al continente». Estamos en el tiempo del relativismo ético donde la dignidad se interpreta de múltiples formas. Los defensores de la eutanasia argumentan que el dolor y el sufrimiento eliminan la dignidad humana, y que la muerte asistida del paciente le permite 'morir con dignidad'. Pero la dignidad se realiza en la vida, no en la muerte.
Viktor Frankl escribió 'El hombre en busca de sentido', y en él plantea que «el hombre no se destruye por sufrir, se destruye por sufrir sin ningún sentido», «en realidad el sentido del dolor es consecuencia del sentido de la vida que se tenga: en cierto modo el sentido del dolor remite y se resuelve en el sentido de la vida». La búsqueda del sentido de la vida especialmente en las condiciones de extremo sufrimiento como una dolorosa enfermedad (la reclusión en un campo de concentración en el caso de Frankl o la esclavitud en caso de Josefina Bakhita) constituye una fuerza primaria de naturaleza instintiva, un poder admirable que Viktor describía con palabras de Nietzsche: «Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo». Vivir la vida con sentido permite un sufrimiento con sentido. Contrastan estas afirmaciones con la falsa visión de la vida, con la algofobia (el miedo al sufrimiento) de la 'sociedad paliativa' actual.
La realidad del sufrimiento, con toda su complejidad, es una parte básica de la condición humana, y un asunto inevitable en la atención al enfermo. Los médicos han sido capaces de aliviar el dolor casi siempre. Mientras que el dolor aflige simplemente el cuerpo, el sufrimiento (que se presenta de muchas formas vejatorias y tortuosas) aflige el espíritu humano, obligándonos a menudo a cuestionarnos la vida misma. ¿Qué sentido tienen el dolor y el sufrimiento para el hombre en el mundo contemporáneo? ¿Cómo afronta la sociedad actual el sufrimiento? Consciente o inconscientemente vivimos posicionados lejos del dolor; viviendo como si no existiera.
Sin embargo, la experiencia profesional nos reafirma en dos verdades decisivas: ante la realidad universal del dolor, el principal enigma no reside en su porqué y en su sentido, sino en nuestra capacidad y recursos para vivirlo y compartirlo como experiencia humana necesaria universal. La segunda verdad, aprehendida al lado de los enfermos, y del testimonio ejemplar de muchos hombres y mujeres a lo largo de la vida, es la consideración del dolor como un lugar teológico. El sufrimiento señala quizá los límites de la razón humana, pero tales límites no implican falta de sentido. En la experiencia de muchas personas el sufrimiento es un tiempo de maduración, una mediación para el encuentro personal con Dios. Hay una dimensión personal del sufrimiento que es transformadora.
Desde la aprobación de la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia, los españoles tenemos otra forma de afrontar el sufrimiento: acabar con la persona que sufre. Sorprenden los argumentos que aparecen en el preámbulo y que justifican su desarrollo: la creciente prolongación de la esperanza de vida, el incremento de los medios técnicos, la secularización de la vida y el reconocimiento de la autonomía de las personas. Esta ley está llena de definiciones indeterminadas, de ambigüedades que generan incertidumbre como ha reconocido el Tribunal Constitucional (TC), y coloca el sufrimiento como la medida de todas las cosas. El fruto de una cultura que ha aceptado la eutanasia por ser incapaz de convivir con el dolor, y que vincula el dato de la dignidad con el del bienestar. De esta manera, con esta ley «se ha querido decretar es la ilegalidad del sufrimiento».
El TC en su sentencia 19/2023 reconoce la efectiva puesta a disposición de los cuidados paliativos precisos, como elemento previo para verificar la libre decisión del paciente. Pero se está aplicando la ley sin su desarrollo. Los Cuidados Paliativos surgieron como una respuesta para atender a las personas enfermas mediante un cuidado adecuado. Sus objetivos son la asistencia integral activa y continuada de los pacientes en situación terminal y sus familias, por un equipo interdisciplinar cuando la expectativa no es la curación. El problema es que estos cuidados no están adecuadamente desarrollados. Son muchas las personas que mueren sin que hayan recibido la atención paliativa (clínica, psicológica, social y espiritual) necesaria. Estamos abocados a una pendiente resbaladiza que conlleve el desarrollo en nuestra sociedad de una nueva realidad: la muerte asistida como la respuesta al sufrimiento. Estamos aún a tiempo de dar otra respuesta. Frente a la cultura de la muerte y el descarte, el trabajo por la Vida.
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