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Una maldición peor que la de Babel
La maldición de la incompetencia lectora es peor, porque no nos entenderemos ni hablando el mismo idioma
Según el último estudio de la OCDE sobre las competencias de la población adulta, España se encuentra en caída libre en materia de comprensión lectora, situándose once puntos por debajo de la media europea. El titular de ABC lo expresó con benevolencia para no hacer ... sangre —«Sólo tres de cada diez españoles entienden el Quijote» (11.12.2024)—, pues el problema más grave no es la incapacidad para entender a Cervantes, sino el empobrecimiento del habla, la indigencia de la argumentación y la ineptitud para relacionar contenidos, nombrar emociones o definir situaciones complejas. En realidad, la impronta de semejantes lacras es visible desde la polarización política hasta la violencia de género —pasando por la desastrosa comunicación durante los estragos de la DANA—, porque una comunidad de hablantes que argumenta mal y se expresa peor, está condenada al odio y la convulsión.
Pensemos en todos los conceptos, actitudes y emociones vinculadas a la idea del «perdón». Para empezar, debe «pedirse» (a veces incluso suplicarse), pero sin expectativa de ser perdonado, porque eso no depende del que lo pide. Por otro lado, quien ha sufrido la «falta», la «ofensa» o la «traición», necesita reconocer el «arrepentimiento», la «contrición» y la «humildad» en la solicitud de «perdón», de lo cual dependerán el «perdón», la «reconciliación» o la «nueva oportunidad». Cada término entrecomillado supone no sólo una voz de nuestra lengua, sino una actitud, una gestualidad y una emoción. Sin embargo, en la vida real de nuestra escena política, laboral y familiar, abundan fórmulas desaprensivas como «quien se haya sentido ofendido que me perdone» o «mis palabras han sido sacadas de contexto». Y esa es la cuestión: cuando el habla se empobrece desaparecen los contextos y caemos en la verborragia.
Por eso en los últimos años se ha entronizado otra expresión chirriante: la construcción del «relato», que no es otra cosa que el uso y abuso de una logorrea reñida con la realidad, la veracidad y la lengua, pues hemos llegado a un punto en el que se escribe y se habla fuera de cualquier contexto. ¿Cómo esperamos que los lectores entiendan el Quijote si los ciudadanos no entendemos a los políticos, los estudiantes no entienden a los profesores y las parejas tampoco se entienden entre ellas?
La pérdida de competencia lectora es un sintagma engañoso, porque puede interpretarse como una vulgar ausencia de hábitos de lectura y no es así. Que una población sea incapaz de comprender un texto impecable —oral o escrito— significa que la mayoría de esa comunidad de hablantes es incompetente para la comunicación y la argumentación, con los inexorables estropicios en materia política, educativa, cívica y emocional.
La maldición de Babel consistió en confundir a los hombres a través de la proliferación de lenguas. La maldición de la incompetencia lectora es peor, porque no nos entenderemos ni hablando el mismo idioma.
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