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¿Ilegalizar partidos o reformar la ley electoral?
¿Por qué no se propone reformar la ley electoral en lugar de reformar el código penal? Porque se nos da mejor reprimir que argumentar
ME cuento entre quienes rechazan la inminente ley de amnistía que prepara el gobierno socialista, pero con la misma determinación rechazo la ilegalización de partidos por la vía penal, tal como proponen el Partido Popular y Vox en sus respectivas enmiendas a la totalidad de ... la inminente ley de amnistía. El tribunal Supremo ya ilegalizó a Batasuna en 2003 porque consideró probado que su creación como partido fue un hecho instrumental de la banda terrorista ETA, pero nada impidió que apareciera después una constelación de partidos «abertxales» que terminaron fusionándose en lo que hoy es EH Bildu. Hay que ser muy ingenuo para suponer que los sentimientos independentistas desaparecerán solamente por carecer de partidos que los representen. ¿Y por qué no se propone reformar la ley electoral en lugar de reformar el código penal? Porque se nos da mejor reprimir que argumentar. Y en eso, los nacionalismos periféricos son idénticos al nacionalismo centralista: españoles hasta el tuétano.
Una reforma de la ley electoral que suprima la ventaja de los partidos nacionalistas en los sufragios nacionales sería el único instrumento capaz de minimizar la influencia de los nacionalismos periféricos en el gobierno de la nación. Sin ilegalizar, sin prohibir y sin encarcelar, pues si para acceder al Congreso de los Diputados fuera preciso alcanzar un porcentaje mínimo del 5% a nivel nacional o tener un cierto porcentaje de votos en —al menos— tres comunidades autónomas, las agendas independentistas cambiarían por completo y su número de parlamentarios también. No sería un camino sencillo, aunque —tal como están las cosas— para la mayoría que sostiene al gobierno de Pedro Sánchez hoy sería más factible convocar referendos sobre casi cualquier cosa. Comenzarían por la independencia de Cataluña, seguirían con los toros, luego el Concordato y así hasta donde alcance la imaginación.
Un Congreso de los Diputados con una mayoría de parlamentarios elegidos en representación de partidos con sentido de Estado, supondría otro tipo de alianzas y debates. ¿Estarían por la labor el PSOE y el PP, los únicos partidos que podrían darle estabilidad a España? Los actuales aparatos de ambos partidos nunca se atreverían a reformar la ley electoral y los artículos que correspondan en la Constitución —el 68, por ejemplo, que establece que las circunscripciones son provinciales—, porque Pedro Sánchez ha asumido la agenda de Pablo Iglesias y Alberto Núñez Feijóo no renuncia a entenderse con Junts y PNV. Sin embargo, PSOE y PP no tendrán más remedio que alcanzar acuerdos, porque el futuro de Europa no es nada promisorio tras los estragos del Covid-19, la invasión de Ucrania, la guerra en Gaza, la decadencia de USA, el terrorismo islámico y el auge de China.
Una reforma electoral nos libraría de la tiranía de unas minorías que no se consideran ciudadanos españoles, pero ilegalizarlos sólo engrandecerá su épica. Votar es lo mejor, pero en igualdad de condiciones y sin ventajas ni privilegios.
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