COMENTARIOS REALES
Cuando el cordón sanitario era contra Bildu
Los microfrentismos han hecho metástasis entre nosotros, porque una mayoría de ciudadanos piensa que los rivales políticos no deberían darse ni siquiera el pésame
Hace un par de semanas Teresa Jiménez-Becerril visitó la Universidad Loyola Andalucía para hablar acerca de las actividades de la fundación que honra la memoria de Ascen y Alberto, asesinados por la banda terrorista ETA. La asistencia fue parca y las sinceras preguntas de ... los estupendos estudiantes que acudieron, demostraba a las claras cómo en menos de quince años ha desaparecido la memoria de los crímenes de ETA. Y si los nombres de Ascen y Alberto apenas significan algo para los jóvenes de una universidad sevillana, me espero lo peor acerca de los recuerdos que sobreviven en el resto de España sobre los años de plomo del terrorismo asesino de ETA.
Pienso en todo esto, a propósito de la anuencia de Sánchez para que Bildu reforme a su gusto la Ley de Seguridad Ciudadana. No hace falta abundar en la debilidad parlamentaria del gobierno, porque la aprobación del cupo catalán ya lo dejó en ridícula evidencia. En realidad, he llegado a la conclusión de que no sirve de nada demostrar cómo Sánchez y sus ministros han mentido una y otra vez, porque hasta las grabaciones que demuestran que antes pregonaban otras cosas, son calificadas de patrañas manipuladas por las máquinas del fango. Por lo tanto, entre los jóvenes que no saben que ETA fue una organización criminal y los que están persuadidos de que Bildu es «moralmente superior a la ultraderecha», dudo mucho de que sirva de algo rasgarse las vestiduras.
Sin embargo, cuando le comento a los jóvenes en general y a mis estudiantes en particular, que hubo un tiempo en que los crímenes de ETA nos unían a todos a pesar de las discrepancias ideológicas, percibo que me escuchan con incredulidad. ¿Qué significa eso? Que los microfrentismos han hecho metástasis entre nosotros, porque una mayoría de ciudadanos piensa que los rivales políticos no deberían darse ni siquiera el pésame. Esa es la peor herencia del sanchismo: haber envenenado el agua, como exigían los rabiosos maoístas de la Revolución Cultural china.
Procuro distinguir entre sanchistas y socialistas, precisamente porque deseo rescatar aquellos años en que el cordón sanitario aislaba a Herri Batasuna, Sortu, Bildu y a todas las siglas creadas por ETA. Recuerdo muy bien a Ana Urchueguía, la alcaldesa socialista de Lasarte-Oria, siempre en primera línea en la lucha contra ETA y en primera fila durante los funerales de Fernando Buesa, Joseba Pagazaurtundua e Isaías Carrasco, todos ellos socialistas vascos asesinados por ETA. Por eso, para mí, la manera más decente de expresar mi rechazo a los pactos del sanchismo con Bildu es recordando los años en que todos por igual condenábamos a ETA y a su entorno político-mediático.
Dejemos de mandar esos vídeos donde Sánchez aseguraba que jamás pactaría con Bildu y demostrémosles a los jóvenes que hubo un tiempo en que —a pesar de las discrepancias— fuimos capaces de estar unidos en lo esencial: mientras no pidieran perdón y colaboraran con la justicia, ETA y EH Bildu debían estar al margen de cualquier componenda. Y así fue hasta Sánchez.
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