COMENTARIOS REALES
En busca de «políticamente indeseables»
Cayetana siempre acierta, porque los aparatos de los partidos repudian la inteligencia, trapichean con la razón y se zurran en la verdad
Como los folios leídos en las presentaciones de libros se los lleva el viento o el propio autor presentado, he tomado la precaución de compilar en 'Arte de introducir' los textos que redacto para presentar a los autores que quiero y/o admiro. La primera ... edición la publicó la sevillana Renacimiento en 2011, la segunda apareció en Cusco en 2017 y la tercera forma parte del catálogo de la Universidad Veracruzana desde este año de 2024, donde incluí el escrito que preparé para presentar 'Políticamente indeseable' (2021) de Cayetana Álvarez de Toledo, obra que considero «el mejor libro escrito por una personalidad de la política española, desde la Transición hasta nuestros días» (p. 297). Si alguien cree que me ciegan el cariño o la admiración, lo invito a releer aquel ensayo-crónica pensando en lo que ocurre ahora mismo en todos los partidos políticos españoles.
'Políticamente indeseable' no fue un ajuste de cuentas, sino una impugnación de la identidad como fundamento de los nacionalismos, una defensa de la soberanía individual contra los adocenamientos colectivistas y una reivindicación de la libertad de expresión en todos los espacios posibles, desde la familia hasta los medios de comunicación, pasando por los partidos políticos y las instituciones del Estado. Las páginas dedicadas a estos temas medulares son las que aportan perdurabilidad a 'Políticamente indeseable', donde podemos leer reflexiones susceptibles de ser aplicadas tanto a izquierda como a derecha: «En España no estamos acostumbrados al ejercicio de la libertad en los partidos. Confundimos la discrepancia con la disidencia y la libertad con la indisciplina. Etiquetamos al que opina libremente con esa denominación despectiva de verso suelto. Y la libertad no es indisciplina» (p. 460).
Desde el PSOE hasta Unidas Podemos —pasando por Vox, Sumar y el PP—, ningún partido ha sido capaz de tolerar debates internos sin incurrir en desdenes, sanciones o depuraciones, pues los aparatos de los partidos rechazan y asfixian a quienes no se alinean con los ucases de las secretarías generales. Por el contrario, prefieren proteger y amamantar a torpes, mediocres y negligentes mientras sean sumisos. E incluso arropar a los corruptos mientras no los pillen. Cito de nuevo una lúcida sentencia de 'Políticamente indeseable': «La política es la actividad donde la irracionalidad, el cinismo, la cobardía y la mentira alcanzan su máxima capacidad de destrucción. Y, por tanto, la política es donde resulta más urgente una intervención a favor de la inteligencia, la razón y la verdad» (pp. 486-487). Cayetana siempre acierta, porque los aparatos de los partidos repudian la inteligencia, trapichean con la razón y se zurran en la verdad.
Sin embargo, quizá no todo esté perdido, porque si todos los «políticamente indeseables» tuvieran más protagonismo en sus partidos, lo más seguro es que nos encontremos con un grupo de personas capaces de discutir, discrepar y obtener acuerdos sin trampas, chantajes, dobleces y deslealtades.
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