COMENTARIOS REALES
Y Borges era Burgos
Burgos creó un canon de Sevilla y lo sevillano, a partir del cual construyó una tradición, creó su espacio, su linaje y sus precursores dentro de ese canon sevillano
Mis compañeros de ABC —así como colegas de otras cabeceras— han expresado con generosas palabras y conocimiento, lo que significó la obra y figura de Antonio Burgos para la prensa española en general y sevillana en particular. No obstante, cuando hablamos de la prensa o ... el periodismo, abarcamos distintas esferas que van desde las redacciones y las correrías de los reporteros hasta los círculos políticos y empresariales, pasando por los lectores, las novedades literarias, los columnistas, las barras de los bares y todos los espacios donde se cuece la sociedad civil. Los artículos de Antonio Burgos dejaron una impronta indeleble en todos ellos, pues su gracia, sus gustos, su erudición, su retranca y —por qué no— su mala leche, lo impregnaron todo: la Feria, la Semana Santa, los toros, la política, el habla andaluza, el fútbol, en fin. Sin embargo, continuamos dentro del ámbito periodístico y a mí me haría ilusión —más bien— pensar en las tesinas de grado, los trabajos de fin de máster y las tesis doctorales que podrían defenderse dilucidando la obra de Antonio Burgos.
Dos temas fascinantes me vienen a las mientes ahora mismo. A saber, la clarividencia con la que el propio Burgos creó su espacio, su linaje y sus precursores en la prensa sevillana y —en segundo lugar— la fastuosa dimensión enciclopédica de sus miles de recuadros reunidos y disponibles en la red.
Antonio Burgos creó un canon de Sevilla y lo sevillano, a partir del cual construyó una tradición que comenzaba con José María Izquierdo y sus contemporáneos, para entroncar con figuras sevillanas del 27 como Joaquín Romero Murube, Rafael Laffón, Manuel Halcón y Juan Sierra, cuyas prosas le permitieron reivindicar a poetas orillados por la dictadura como Luis Cernuda o Antonio Machado, a quienes Burgos puso a dialogar en sus recuadros con el poeta Rafael Montesinos y sobre todo con Manuel Ferrand, Alfonso Grosso y Julio Manuel de la Rosa, entre otros narradores. Y aunque él mismo fue poeta en agraz y estupendo novelista, su palestra siempre fue una columna desde donde seguía construyendo a diario «un mapa de Sevilla del tamaño de Sevilla», como los desmesurados cartógrafos de Borges en 'El Hacedor'. Así, la Sevilla de Burgos continuaba creciendo como el París de Walter Benjamin en 'El libro de los pasajes'.
Lo fantástico es que ese mapa existe, se llama el RedCuadro y está alojado en www.antonioburgos.com, una genuina enciclopedia digital sevillana que atesora miles de artículos que me apresuro a declarar una fuente primaria de extraordinaria calidad para curiosos e investigadores del arte, la música, el patrimonio, la poesía, el flamenco y la cultura sevillana y andaluza. Más de una vez alcancé a decírselo en persona —que su RedCuadro era una suerte de google andaluz— y sería deseable que esa vocación enciclopédica fuera enriquecida con textos rescatados y un motor de búsqueda más sofisticado.
En 'El nombre de la rosa', Umberto Eco quiso echarle un piropo a Borges. Y entonces lo llamó Burgos. No se equivocó.
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