PÁSALO
Salir del Falla
Solo los desalmados compran y venden sentimiento, espíritu, fraternidad y patria
Un buen amigo, que comparte lágrimas deportivas en la misma palangana, me comentaba hace unos días que ver en la pantalla de la televisión el negro abismal del canal sevillista clausurado, sintetizaba el sentimiento que vive con la incertidumbre deportiva e institucional del club. De ... la policromía de Eindhoven hemos pasado a la oscuridad absoluta de nuestro futuro, al que encaramos con la fría incertidumbre del desasosiego. Es, se dolía, como si nos mandaran a la guerra con escopetas de feria, el mejor camino para dejar de ser. No son pocos los incondicionales de Nervión que ven un futuro imperfecto, vulnerable a desembarcos ajenos al sevillismo, drones fabricados en factorías como la de Peter Lim en Valencia, que acaban desactivando la esencia seminal de la institución. Ante tanta desprotección, siguiendo el camino que el Recreativo de Huelva tomó en 2016 para salvarse de un autoproclamado salvador, Accionistas Unidos del SFC ha creído oportuno solicitar al Ayuntamiento y a la Junta la calificación de la entidad como BIC etnológico.
Asesorados por el magisterio del catedrático emérito de Antropología, Isidoro Moreno, un completísimo dossier de más de cien páginas se han entregado en las oportunas ventanillas de las administraciones públicas para acogerse a esa calificación. Esgrimen que es la única armadura que tiene el sevillismo para dejar de ser un oscuro objeto de deseo en manos de los posibles especuladores que huelan la sangre y la debilidad interna de un club en plena guerra civil. Hay páginas en el dossier verdaderamente hermosas. Que forman parte de eso que se llama sevillismo y que no es otra cosa que un espíritu de hermandad y de encarar la vida, forjado en las arenas de nuestros desiertos deportivos y prodigiosos renacimientos, a lo largo de ciento treinta y cinco años de historia químicamente pura y sevillana.
Así que lo del BIC etnológico que pretende Accionistas Unidos no es más ni menos que un grito de autoestima y de defensa de lo nuestro, que es verdad que hay clubes que se compran y se venden, pero que ese mercantilismo no va con nuestra idiosincrasia, porque solo los desalmados compran y venden sentimientos, espíritu, fraternidad y patria. La del sevillismo tiene bandera, escudo, lágrimas, risas y colores identitarios. ¿O las cuarenta mil personas que se echaron a la calle en agosto de 1995 tras el descenso administrativo las reúne hoy un sindicato? ¿Y los ochenta mil sevillistas que conquistaron Madrid y la Copa del Rey en 2007 es solo un frío número estadístico? No somos solo un equipo de fútbol. Somos una de las dos almas que tiene la ciudad para definirse, para proclamarse, para ser y estar. Y eso hay que protegerlo como se protege la familia, la casa y el barrio. Se puede grafitear una pared cualquiera. Nunca los muros del Alcázar. El valor de conseguir esa calificación, de acordarse su petición en una junta general, es proteger nuestra patria y nuestra fe, para sacarla de la chirigota del Falla y defenderla con los diez mandamientos que canta el Arrebato…
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