PÁSALO
Modo Tarzán
Esta ciudad es de risa y cada vez se parece más a Chita, la mascota de Tarzán
Esta semana, el presidente de la CES, Miguel Rus, se ha marcado un Tarzán, colgándose de la liana de las obras públicas pendientes en Sevilla y gritando a todo el que lo quiso escuchar que Madrid nos tiene amortizados. Congelados en la morgue donde esperan ... los cadáveres asesinados por el olvido y la impotencia. No fue un grito nuevo. En absoluto. Antes que Rus lo gritaron los medios, algunos ciudadanos hartos de coles, plataformas ciudadanas que quieren metro y una Sevilla asesinadita por las promesas que le hicieron los lanza cuchillos del circo político capitalino. Por lo que Rus no es el único que grita nuestras impotencias marcándose un Tarzán en la liana. Es uno más que se une al eco tronante y repercutido de una Sevilla que ha visto pasar nueve legislaturas y ocho ministros, Rus dixit, y sigue sin cerrar la SE-40, por ejemplo. Esta ciudad es de risa. Y cada vez se parece más a Chita, la mascota del héroe de la selva.
Hace unos días tuve el placer de compartir mesa con un alto cargo de una multinacional automovilística. Y sin sorpresas, quizás resignado por el signo perdedor de nuestros días, me dijo que Sevilla sigue igual que en 1992, año en el que fue destinado a nuestra ciudad. Me hablaba de lo que solemos hablar los letraheridos locales, de esa alma doliente de ver cómo nos dan gato por liebre, sacados siempre de las chisteras de ese monipodio capitalino que ni hace túneles ni puentes, ni cierra la SE-40, ni conecta el aeropuerto con Santa Justa, retrasa las obras del Centenario y se la trae absolutamente fláccida ver cómo se colapsa la SE-30 a diario. Somos una foto fija del 92. Una momia comiendo ensaladilla. Y la cosa parece que, a tenor de lo que gritan los tarzanes de esta selva olvidada, va para largo, ajustándose a los tiempos líquidos de la ciudad. Al filósofo José Antonio Marina le escuché cierta vez decir que «lo que intenta la inteligencia es generar posibilidades en el póquer y en la vida». Una de dos: en Sevilla o falta inteligencia o no sabemos jugar a las cartas. Vivir, sabemos. Eso está probado.
Somos la esencia del conformismo, del autismo y de la impotencia. En ninguna otra ciudad que se estime a sí misma, que se quiera por encima de los intereses ajenos, puede pasar lo que pasa aquí. Hay emprendedores magníficos, departamentos de investigación de referencia, universitarios reconocidos, algunos políticos libres de conjuntivitis que lo ven claro… Suficiente masa crítica como para que no suframos lo que venimos sufriendo desde que Carlos Sanjuan se convirtió en el martillo de Thor para las iniciativas locales. Después de él todo fue mucho más fácil para alimentar el miarmismo centralista que acabaron creyéndose los más tontos o los más listos… Por eso, además de liderazgos, necesitamos grupos de presión. Compromisos ciudadanos con y por la ciudad, por encima de grilletes ideológicos. Grupos que influyan, convenzan y creen opinión en esos pasillos del poder donde casi todo se mueve. Ojalá nuestra inteligencia, como decía Marina, sea capaz de generar posibilidades para no seguir gritando como Tarzán y perdiendo siempre al póquer…
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