PÁSALO
Memoria sanluqueña
La carta patrimonial sanluqueña no puede perderse en una baraja de olvidos
Créanme que, pese al regusto que deja en nuestro paladar los encuentros en Balbino y Bigote, en la taberna del Guerrita y en Casa Perico, Sanlúcar tiene una carta interminable para llevarnos a la gloria. Ya sea por medio de la cuchara y el pan ... mojado en salsa de atún, ya con la ayuda de Stendhal y sus síndromes. Gloria para el estómago y el espíritu. Un binomio que no se encuentra fácilmente y con tanta elegancia y sabiduría como en ese hermosísimo rincón atlántico de la desembocadura. Me pierdo en estas rimas en prosa leyendo el último número de la revista trimestral 'Gárgoris', revista que abarca la historia, la arqueología y el patrimonio, descubriéndome el historiador Manuel Parodi, que la dirige, una iniciativa en vía muerta. La de trabajar, con afán de germánico entusiasmo, una carta patrimonial de Barrameda. Un inventario de ese mundo fabuloso en el que habita tan descomunal ciudad ribereña, donde hay paladar para las tortillitas de camarones y para un altar barroco, para una carrera de caballos en la playa o para un documento del archivo de los Montpensier.
Parodi es historiador y un inagotable fajador de causas nobles. Aprovecho la ocasión para felicitarle por la plaza que le han otorgado en ICOMOS España, comité internacional para los monumentos y los sitios, organismo asesor de la Unesco para asuntos patrimoniales, donde recaló esta pasada primavera. Más que para darle pisto y perejiles lo hago para acercarles su perfil. A Parodi, historiador de la escuela de Genaro Chic, le he escuchado hablar de fenicios ricachones en la Gades de las tres islas y del marinero, Enrique el Malayo, que se anticipó a Magallanes para darle la vuelta al mundo y caer en el olvido, del que ha intentado rescatarlo con un libro a su memoria. Una vez, hablando sobre las globalizaciones imperiales, sostuvo que la España plus ultra cambió tanto el mundo como lo hizo Roma desde Augusto. A Pelayo Quintero, arqueólogo olvidado en la escombrera del tiempo, le ha dedicado un libro para darle sitio y honrarlo como científico pionero de la arqueología andaluza y norteafricana. Es de los que nunca se rinden, de los que nunca paran.
Y eso que es amigo de las tertulias en Sanlúcar, rodeándose de contrastados y notables historiadores, que aman tanto un documento del Archivo de Indias como una botella helada de manzanilla, tan recomendable para la tensión intelectual… A propósito de la manzanilla, Parodi, firmó un silenciado trabajo sobre el patrimonio inmaterial de este caldo exclusivamente sanluqueño. Las bodegas moriscas, cuadradas, de doble nave, las del barrio Alto y las del Bajo, las que ocupan edificios religiosos desamortizados, son las únicas del mundo que pueden criar el oro líquido sanluqueño. Sería muy recomendable que se volviera a encender el motor de la carta patrimonial de Sanlúcar, que ya cuenta con el primer volumen sobre su arqueología, pero que le queda por elaborar la de su patrimonio inmueble, la histórico artística, la inmaterial y natural y la documental. Esa carta, tan ganadora, no puede perderse en una baraja de olvidos.
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