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PÁSALO

Memoria sanluqueña

La carta patrimonial sanluqueña no puede perderse en una baraja de olvidos

Félix Machuca

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Créanme que, pese al regusto que deja en nuestro paladar los encuentros en Balbino y Bigote, en la taberna del Guerrita y en Casa Perico, Sanlúcar tiene una carta interminable para llevarnos a la gloria. Ya sea por medio de la cuchara y el pan ... mojado en salsa de atún, ya con la ayuda de Stendhal y sus síndromes. Gloria para el estómago y el espíritu. Un binomio que no se encuentra fácilmente y con tanta elegancia y sabiduría como en ese hermosísimo rincón atlántico de la desembocadura. Me pierdo en estas rimas en prosa leyendo el último número de la revista trimestral 'Gárgoris', revista que abarca la historia, la arqueología y el patrimonio, descubriéndome el historiador Manuel Parodi, que la dirige, una iniciativa en vía muerta. La de trabajar, con afán de germánico entusiasmo, una carta patrimonial de Barrameda. Un inventario de ese mundo fabuloso en el que habita tan descomunal ciudad ribereña, donde hay paladar para las tortillitas de camarones y para un altar barroco, para una carrera de caballos en la playa o para un documento del archivo de los Montpensier.

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