pásalo
Itálica y sus mil rostros
Una nueva propuesta nos explicaría la desmesura colosal de Itálica
UNA propuesta nueva, obviamente científica, nos acerca a otro probable rostro de la vieja ciudad de Santiponce. Y parece que la música suena divinamente, como los sonajeros en la fiesta de Isis, las trompetas en un sacrificio en honor de Venus y los tambores legionarios ... al son victorioso de un triunfo de Trajano sobre los dacios en una Roma aclamante. Itálica tiene mil rostros concedidos por los técnicos a lo largo de su historia. Quizás el más aceptado, durante los ochenta y noventa, fuera el de la ciudad aristócrata del otro lado del Betis, en diálogo clasista y de nariz estirada con la vieja Híspalis, el núcleo mercantil y portuario de la vetusta ciudad turdetana. Barrio rico y barrio industrioso. La Palmera frente a los polígonos industriales. Con ese cliché se trabajó, se inventó, se construyó y se trató de acceder al rostro real de una Itálica rebosante de sestercios y fluida en sus arterias por la sangre azul de las grandes familias locales. Otra propuesta nos llega de un rostro inédito. Pero que explicaría, según los especialistas, ese derroche urbanístico, palaciego, lúdico y religioso de una ciudad, absolutamente desmesurada, fuera de escala y pensada a lo grande, haciendo de la desmesura su gran virtud.
Para entender este nuevo rostro hay que olvidar los previos. Y hacernos a la idea de que la Itálica que se nos propone no fue jamás un monumento inmóvil, ni un ninfeo como el de Herodes Ático en Olimpia, ni siquiera un memorial impresionante en honor de sus dos sangres más imperiales: las de Trajano y su hijo adoptivo Adriano. Nada de eso. Habría que entender este nuevo rostro italicense como el de una ciudad levantada a mayor gloria de la espiritualidad imperial, de la religión del Estado, de sus cimientos ideológicos. Una ciudad en absoluto museo de sí misma, sino vibrante en función de un calendario religioso y festivo en el extremo occidental del imperio, tan cerca de donde hoy algunos fantasiosos buscadores de atlantes, se empeñan en situar una de las leyendas más cinematográficas de la antigüedad. Esa es la propuesta que explicaría, según los investigadores, el rostro probable de Itálica.
Así, pues, bajo esa luz nos explicamos mejor las razones para que Itálica, con no más de diez mil personas, contará con un circo para ochenta mil, con un anfiteatro para treinta y cinco mil, de los más grandes del imperio, con casas tan ostentosas como poco funcionales, con grandes avenidas para las procesiones de su calendario religioso, carentes de edificios públicos de importancia, pero con templos, termas y red hidráulica de suma importancia. Esa Itálica herviría en sus fiestas de culto al emperador, convergiendo en sus calles visitantes de más allá de nuestras fronteras. Queda por conocer el puerto y la puerta de Itálica, por donde entró la monumentalidad y la desmesura de sus proporciones en absoluto distantes de las de Esmirna, Pérgamo o Éfeso. Ese puerto que ya pica la curiosidad de algunos…
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