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Pásalo

Fiat Lux

Fernando Caruncho es un jardinero, un filósofo, un andariego que habla con la Naturaleza

Felix Machuca

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Es la luz la que preña el color, el alambique fotónico donde se destila, el vientre fecundo donde caben mil arcos iris y sombras que hablan con las esquinas y las paredes. En esta ciudad de oros tartésicos, de rojos romanos, de encalados árabes y ... de caobas indianas, la luz tiene el poder de parir, según la furia con la que lo ilumine, una ciudad distinta cada día. No solo cambia la fisonomía de una calle, de un bronce a caballo o de una fachada de almagre. Cambia los jardines y los patios que Romero Murube frecuentaba para dejarse llevar por la tristeza de algunas aspidistras con faringitis por la humedad del claustro y la emoción nupcial de las jazmineras de su Alcázar, tan blancas y radiantes como novias por estrenar. Esta ciudad nace distinta cada día. Y la hace distinta la luz que la preña en una orgía de matices, de tonos y gamas que solo desde el corazón herido de los mejores pintores de nuestra escuela local, supieron atrapar en sus lienzos. En Sevilla, una arquitecta castellana, enamorada hasta los huesos de esta ciudad distante, orgullosa y tenebrosa a veces; en Sevilla, les cuento, hay una arquitecta, profesora de la Escuela, que está encarnada con la luz y el tiempo. Y de cómo ambos intangibles hacen posible un idioma bello sin una sola palabra pero que entienden los elegidos.

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