pásalo
Las esmeraldas de Isis
Aquellas minas romanas en el desierto egipcio se entienden hoy como una explotación minera en Marte
Las mariquillas macarenas que luce la Gran Señora del Arco, regaladas en su día por el torero Joselito el Gallo, son el eslabón de una larga cadena de oro, plata y fe a la que podríamos buscarle, con paciencia arqueológica, su origen. Que arrancaría mucho ... antes de que Roma explotara en el alto Egipto, en las tierras desérticas de Sikait, en el parque nacional de Wadi El Guemal, un asombroso complejo minero de esmeraldas. En Guadix, la Colonia Iulia Gemella Acci romana, dos señoras de la élite, Fabia Fabiana y Livia Chalcedonica, antes que Joselito el Gallo, ya le regalaron un surtido de esmeraldas de las minas egipcias de Sikait a la diosa Isis, como lo refrendan los estudios científicos. Esas minas eran las únicas en explotación del imperio en un lugar tan poco acogedor situado cincuenta kilómetros en el interior del desierto y a sesenta del puerto marítimo más cercano en el Mar Rojo, Berenike. Si se me permite el exceso, para hacernos una idea del interés minero de aquel complejo integrados por 370 minas registradas hasta el momento, tendríamos que ponernos en modo ciencia ficción y entenderlo como una base minera en un planeta como Marte.
Aislados, retirados del mundo, sin agua ni vegetación por parte alguna, dependientes de rutinas administrativas para sobrevivir, los chicos de la tercera legión Cirenaica fueron los encargados de los duros trabajos de extracción que gestionaba y explotaba el Estado desde Augusto. Después llegarían a extremos tan distantes de su cuna como Guadix o la India. Un fenómeno comercial claro de globalización que interconectaba el siempre, desde Alejandro, atractivo y pretendido mundo oriental con el occidental. De China y la India llegaban sedas, especias y marfiles. De Roma, a través del puerto de Ostia o Alejandría, las esmeraldas de Sikait y la plata andaluza. La tercera Cirenaica era el destino de una maquinaria logística compleja y engorrosa, puesto que hasta aquella base minera 'marciana' había que hacer llegar agua, alimentos de calidad, visitadoras antes de Pantaleón, maquinaria extractiva, sueldos puntuales y hasta vinos de la Galia para proporcionar momentos de satisfacción a los oficiales de la legión de las esmeraldas. Con el orgullo de algunos grafitis que hoy proclaman «yo estuve aquí», en esas minas se han encontrado escrito el nombre de la legión que las explotó.
Un arqueólogo sevillano, responsable de la arqueología astigitana, Sergio García-Dils, acaba de retornar de Marte, o sea, de Sikait y se le ve el entusiasmo en sus ojos. Al frente del equipo español que estudia estos complejos mineros, donde Serapis sobresalió como culto de amplio consenso, se sitúa Joan Oller, que junto con el equipo ya deben de estar entusiasmados por regresar al planeta de las esmeraldas el próximo enero. Hasta entonces sigue habiendo tiempo para pensar las razones por las que Fabia Fabiana en Guadix y Joselito el Gallo en la Macarena, expresaban su fe en la divinidad con el verde color esmeralda de la esperanza…
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