pásalo
La ciencia y la mentira
¿Quién nos dice que la escritura líbico-bereber no fuera almeriense?
EN Almería, el grupo vinculado a la revista Argárica, con el apoyo inestimable del epigrafista Georgeos Díaz-Montexano, ha encontrado según uno de sus integrantes, Roberto Serna, la que se ha denominado Estela de Escúllar. Un registro arqueológico donde aparecen signos que, según algunos expertos ... norteafricanos, tienen similares concordancias con la escritura líbico-bereber, que se extendió por el norte de África y las Canarias de los guanches. Aunque falta la datación temporal de la misma, el hallazgo es, realmente, interesante y muy tentador para imaginaciones sin freno. Por lo que sería muy aconsejable que los epigrafistas y arqueólogos de las universidades almeriense y granadina, desarrollaran un sólido trabajo de estudio sobre la misma. ¿Qué hacia esa estela en la sierra almeriense de Los Filabres algunos miles de años antes de nuestra era? ¿Esos signos grabados sobre la piedra eran autóctonos, hermanos o hijos de la líbico-bereber? ¿Fue, quizás, una más de las muchas formas de expresión de los territorios ibéricos que interesó a Estrabón y que dató en siete mil años antes de nuestra era cuando se refirió a la de Tartesos? El asunto es tan sumamente atractivo como para hacerle caso al catedrático Genaro Chic: la gran verdad de la ciencia es que todo puede ser mentira.
El próximo mes de marzo, en Bormujos, se desarrollará la séptima jornadas de misterios y leyendas de la villa. Entre otros invitados, nos encontraremos con la doctora en Historia y divulgadora en espacios televisivos y radiofónicos, Ana María Vázquez Hoys. La producción editorial de esta historiadora es bien conocida. Pero nos detendremos en un libro que vienen a este asunto como agua a los pantanos…que ahora se alivian como los malos toreros. Vázquez Hoys escribió hace años para la Almuzara de Manuel Pimentel, un libro titulado «Las golondrinas de Tartesos». Que causó un auténtico terremoto en el mundo científico, derribando ideas asentadas e inamovibles, como es el hecho de que defendiera la tesis de que no fueron los fenicios los que nos enseñaron a escribir con su alfabeto. Al contrario, fue la protoescritura tartésica la que viajó desde el oeste a oriente para que los cananeos tomaran signos y caracteres tartésicos para estructurar el suyo. Dicha tesis la sustentó la doctora Vázquez Hoys en un concienzudo estudio realizado sobre dos piezas tartésicas del museo de Huelva.
El oriente almeriense fue, desde principio de la humanidad, un epicentro de la aventura del hombre por sobrevivir y dominar la naturaleza. Más de dos mil años a de C era un centro minero atractivo capaz de desarrollar una cultura urbana en el Bronce Antiguo. ¿Quién nos dice que esa estela de Escúllar no fue la madre de la escritura líbica-bereber? Solo la ciencia puede hacerlo, cuya gran verdad es que todo puede ser mentira a cómo se nos ha contado…
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