trampantojos
Los Sanfermines sevillanos
Contaba Blanco White el 'salvaje' traslado de los toros desde Tablada a la Maestranza
Imagino el sonido de las pezuñas arañando los adoquines, el olor a tiniebla y campo de los toros, la adrenalina de los corredores ante el vértigo del peligro. Me gustan los Sanfermines, por eso nunca he visitado Pamplona en fiestas. Supongo que, al ver la ... realidad, la idealización quedaría desactivada: la camaradería es un botellón colectivo y el olor a dehesa debe de estar eclipsado por orines de alcohol. Prefiero quedarme con el imaginario intacto, sin que la verdad lo distorsione.
Muchas veces he soñado con toros que corren por calles y se cuelan en las casas subiendo hasta las azoteas. Así es la materia absurda de los sueños. Y leyendo las «Cartas de España», de Blanco White, descubrí que esas escenas de toros corriendo por las calles se vivieron alguna vez en Sevilla. No sólo en el traslado a la plaza de San Francisco cuando tenían lugar allí los juegos de toros y cañas. O en el tránsito de las reses al matadero de San Bernardo que algunos aprovechaban para separar a las vacas y bueyes más bravos y hacer lances con capa.
Contaba Blanco White el espectáculo que tenía lugar desde la llanura de Tablada, donde reunían a las reses hasta el encierro en la víspera de la corrida en el coso del Baratillo que terminaría siendo la plaza de la Maestranza. El escritor narraba el 'salvaje' traslado de los toros que tenía lugar al amanecer. Sanfermines antes de los Sanfermines.
Al final, en Sevilla triunfó la liturgia estilizada de la corrida olvidando las escenas 'salvajes'. Ganó el libro de la tauromaquia con sus reglas y suertes, con la sofisticación de un espectáculo lleno de claves culturales. Pero esta tauromaquia histórica sufre ahora el acoso y derribo de la cultura oficial. Y, frente al despliegue que da la televisión pública a estos toros del norte -concretamente de ciertos territorios-, las corridas han desaparecido de las pantallas.
Así que sólo nos quedan los toros salvajes por las calles de Pamplona y, en nuestra secreta memoria sevillana, las escenas narradas por Blanco White con los morlacos corriendo desde los campos de Tablada.
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