Hazte premium Hazte premium

TRAMPANTOJOS

Extraño atardecer de cobalto

Veinticinco años después de la catástrofe de Doñana aún duele tanta desidia e irresponsabilidad

Eva Díaz Pérez

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Allí no sonaban los pájaros, como cuentan las crónicas que ocurre en los desastres apocalípticos. No sonaban los abejarucos, golondrinas, ruiseñores y milanos porque estaban muertos. Había toneladas de animales muertos. La ribera del Guadiamar era una nueva Pompeya arrasada. Pájaros, peces y conejos cubiertos ... por el lodo, acartonados en el último perfil macabro de la muerte.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación