TRAMPANTOJOS
La ciudad invisible de Italo Calvino
En septiembre de 1984, el escritor italiano visitó Sevilla para convertirla en coordenada geográfica de la fantasía
Afirmaba Italo Calvino que la fantasía es un lugar donde llueve, así que por primera vez en mucho tiempo estamos en la Sevilla correcta. La misma Sevilla que ahora homenajea a Italo Calvino en su centenario. También es la misma ciudad que recuerda aquel septiembre ... de 1984 en el que el escritor italiano la convirtió en una de sus ciudades invisibles.
Esa visita forma parte de la secreta mitología cultural de Sevilla. Fue un viaje con motivo de un seminario sobre literatura fantástica organizado por Jacobo Siruela y la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo. En este encuentro coincidió con Borges y Torrente Ballester. Hay una fotografía en la que ambos posan con la Giralda de fondo como dos ciegos homéricos tejiendo los hilos de una «Odisea» en versión sevillana.
En aquel seminario Borges recordó su viaje de juventud a la Sevilla de 1920, las veladas con los poetas ultraístas de la revista «Grecia» y las influencias del maestro Rafael Cansinos Assens. El escritor sevillano Cansinos Assens fue uno de los apóstoles de las vanguardias, pero su ciudad natal lo había olvidado. Fue Borges quien alumbró ese vacío.
Aquella mítica tarde borgiana el autor argentino también provocó con una de sus boutades al hablar de Manuel Machado: «Ah, ¿pero Manuel tuvo un hermano?». Sin embargo, pidió a Jacobo Siruela que lo llevara al Palacio de Dueñas donde estaba el limonero poetizado por Antonio Machado. En la oscuridad del jardín de Dueñas buscaba los aromas cítricos de la infancia machadiana.
Yo no asistí a ese seminario, porque aún vivía en la inopia de los años escolares. Me lo han contado amigos que sí participaron en ese encuentro. Desde entonces lo tengo como una hermosa ficción de la memoria contada. Hoy Mercedes de Pablos, Antonio Rodríguez Almodóvar y Francisco Gallardo recordarán ese encuentro en una sesión en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
Esa Sevilla de 1984 fue el lugar donde Calvino confirmó que la fantasía es un lugar donde llueve. Quizás entre los limoneros de Machado recordó las rosas de pétalos verdes que su madre Eva Mameli, científica especializada en estudios agrícolas, plantó en el jardín de la villa de San Remo donde vivió su infancia. Limones machadianos y rosas verdes de Calvino.
Las sesiones del seminario coincidieron con el funeral de Paquirri. La ciudad volcada en la procesión fúnebre le pareció la gran metáfora de la fantasía. Calvino salió a la calle para mezclarse en el teatro colectivo de duelo como si caminara dentro de un relato.
A partir de ese momento, Sevilla formó parte del mapa de las ciudades invisibles, refugio de barones rampantes, casa de los señores Palomar, de las cosmicómicas y de los caballeros inexistentes. Ese tipo melancólico y trasoñado murió sólo un año después de su visita, recordando la ciudad donde descubrió la frágil frontera entre la realidad y la fantasía.
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