puntadas sin hilo
Las dos Españas
La competencia de Broncano y Motos ha separado a la ciudadanía como las aguas del Mar Rojo ante Moisés
Como en la canción de Los Refrescos, podemos tener las mejores empresas de ingeniería del mundo, un Zara en la Quinta Avenida, el liderazgo en turismo o en donación de órganos, un mundial y cuatro eurocopas, la mayor esperanza de vida del continente, un sector ... hortofrutícola imbatible, placas solares por doquier, más kilómetros de Alta Velocidad que nadie, los mejores cocineros del planeta y a Nadal y Alcaraz, pero al llegar septiembre vaya, vaya. En Madrid no hay playa y en España no hay solución. Se ha cumplido la profecía de Alfonso Guerra de que a este país no la iba a conocer ni la madre que la parió; nos hemos modernizado a golpe motomamis y Palomo Spain, pero por mucha piel que mudemos, nada ni nadie puede cambiar el duelo a garrotazos que pintó Goya hace doscientos años. Seremos carneros 5.0, pero seguimos chocando las cornamentas a la menor oportunidad. El bifrontismo que nos empuja a militar en una mitad contra la otra se mantiene incólume en nuestras venas: es el ADN de las dos Españas.
Aprovechamos cualquier asunto para exhibir nuestra división. El último tren para ejercer el arte de la discordia ha sido la competencia televisiva entre Pablo Motos y David Broncano, que ha separado a la audiencia televisiva en dos mitades como las aguas del Mar Rojo ante Moisés. De la noche a la mañana todos nos hemos hecho motistas o broncanistas con la convicción de quien asume un ancestral legado identitario. La militancia es antagónica, porque exige no solo la aceptación de uno, sino también la denostación del otro. Es combativa, porque plantea una batalla de audiencia que deja cada día vencedores y vencidos. Y es irreversible, porque difícilmente habrá televidentes que cambien de caballo a mitad de temporada.
En Alemania podrán vivir estos duelos con frialdad analítica, pero aquí seguimos ya el primer programa con el casco encajado y la bayoneta calada. Somos así, qué le vamos a hacer. Todavía no he oido a nadie decir 'me gusta el descaro de Broncano y la agudeza de Motos', por ejemplo. Nos gusta recrearnos en la incompatibilidad y medirnos en la contienda. El problema es que en estos pulsos tan enconados pierde hasta quien gana. El fan de Broncano que se siente vencedor si su programa ha tenido más audiencia ha perdido lo que le podría haber aportado el programa de Motos, y viceversa.
La Cámara de Comercio reunió ayer en el hotel Alfonso XIII a los alcaldes de Sevilla y Málaga, dos capitales que mantienen una rivalidad que ha perjudicado históricamente a ambas ciudades, incapaces de sacar provecho de una estrategia conjunta. Como en el duelo televisivo, la competencia ha generado una división ciudadana difícil de rectificar. Sanz y De la Torre pronunciaron bonitas palabras conciliadoras, pero el reto de apostar por un crecimiento común es hercúleo: no solo deberán cambiar la mentalidad de dos ciudades que se miran desde siempre con recelo, sino alterar la genética cainita de un país abocado al enfrentamiento.
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