Quemar los días
Pedo sin ruido
Como cantaban los Platero, versionando el High Voltage de los AC/DC, hay poco rocanrol
Llevamos a mi hija y una amiga a ver a Taylor Swift en Lisboa. El concierto se celebraba en el estadio del Benfica, y tuvimos la suerte de que, junto al estadio, hubiera un centro comercial mastodóntico, que se convirtió durante el largo día en ... nuestra casa. A última hora de la noche, el centro comercial era un inmenso depósito de padres derrengados que, como nosotros, rezaban porque la Taylor Swift de las narices dejara por fin de cantar. Tres horas y media de concierto, ahí es nada.
Os juro que he hecho muchos esfuerzos por comprender el fenómeno, pero no lo he conseguido. La chavala me cae bien, aunque al escucharla no puedo evitar la sensación de estar degustando pollo hervido. Perdónenme la escatología, pero es como un pedo sin ruido. Un pedo que ni siquiera huele, que no hace ningún daño. Siempre que alguien osa criticar a la Swift es rebatido con similares argumentos: lo que nos fastidia es el empoderamiento, hay machismo soterrado, no soportamos que sea una mujer quien esté rompiéndolo todo. Cuando no hay nada de eso, sino más bien cierta frustración por el hecho de que un producto con tan poca rabia, tan alejado del grito adolescente, logre semejante aprobación. Las mujeres músicas que siempre me han interesado, como los hombres músicos, son aquellas que proponían e indagaban, que planteaban maneras distintas de cantar y contar. Sigo adorando a Patti Smith, y me llevan los demonios por no poder ver a PJ Harvey en las noches del Botánico madrileño el próximo viernes. Pero ni siquiera se trata de una cuestión generacional: he escuchado el primer disco de Billie Eilish más que mi propia hija. En Billie Eilish hay una propuesta singular y poderosamente personal. Ni rastro de la música detox de la Swift.
Afortunadamente, pude desquitarme el miércoles, con el concierto de AC/DC. En las horas previas, además, vi a muchos padres con sus hijos, de edad similar a los míos o incluso más pequeños. Hay esperanza, me dije. Todavía queda rock para rato.
Al día siguiente, sin embargo, vino el bajonazo. Uno de los conciertos del Icónica Fest al que le tenía más ganas era el de los Cult, banda británica de hard rock en los 80 y los 90. De hecho, compré la entrada como un groupie, en el día y la hora en que se ponían a la venta. El correo electrónico que recibí el jueves fue un mazazo: los Cult cancelaban el concierto. Sin ninguna duda —eso no lo decían—, por escasez de entradas vendidas.
Circula un vídeo por Internet de Taylor Swift cantando el Satisfaction con los Stones. La Taylor le pone ganas, pero no deja de parecer una niña pequeña disfrazada de roquera para una actuación de fin de curso. Le falta rocanrol. Ese es, sin duda, uno de los grandes males de este tiempo. Como cantaban los Platero, versionando el High Voltage de los AC/DC, hay poco rocanrol.
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