Quemar los días
Pastiche, de pasta
Quién me mandaba a mí rascarme la postilla
La noche del jueves, como quien se rasca una postilla aún tierna que vuelve a sangrar, por puro sadismo, puse la gala de los Grammy Latinos. Solo me bastaron unos minutos de la alfombra roja para percibir el ruido. De repente, sentí como si alguien ... me hubiera arrastrado a una discoteca de polígono de baile latino. Al parecer, era una producción conjunta de RTVE y Univisión, pero la aportación de RTVE, con las entrevistas de Carlos del Amor a artistas españoles, parecían empastes perpetrados por un dentista chusquero. Porque allí todo era territorio Latam. Y todo era tropical, no solo el lenguaje, sino también el vestuario, los artistas y los entrevistadores. Lo más español que había era Carlos Baute. Un presentador orondo, que me pareció fascinante, entrevistó a un grupo mejicano que se llamaba Eslabón armado —qué parecido a cemento armado—. Uno de los del grupo le dijo al presentador gordo que les encantaba Sevilla, aunque todo lo que habían comido tenía jamón: «patatas de jamón, agua de jamón…» (sic), enumeró.
Al fondo, mientras proseguían las entrevistas, se veía entrar a los invitados. Me produjo una tremenda ternura ver al alcalde de Sevilla con una pajarita, y también a Javier Aguirre con traje de gala. Eran como marcianos invitados a un circo. Un circo, por cierto, que han pagado, y muy bien, ellos. Es decir, todos nosotros.
No niego que el escaparate ha sido potente. Las pequeñas píldoras que, durante la gala, ofrecían imágenes de las ciudades andaluzas estaban bastante cuidadas. Y a Antonio Banderas, pura euforia, solo le bastó romperse la camisa para convencer a la audiencia de lo fascinante que es Andalucía. Pero, llámenme pejiguera, todo me resultaba enormemente forzado. Entre plano y plano, en el patio de butacas, se veían unas calvas de público considerables. Pero lo que más me llamó la atención fueron las sillas: eran chusqueras, de las plegables, las más baratas que se despachan en material de oficina.
La marca Andalucía ha salido, qué duda cabe, reforzada. Lo que no tengo tan claro es sobre qué modelo, bajo qué relato: junto a los flamantes anuncios con imágenes de dron de Sevilla, en las reanudaciones tras la publicidad, aparecían de forma constante spots de Airbnb. Ya saben, pisos turísticos, despedidas de solteros, turismo low cost.
Los cantes de ida y vuelta se llaman así porque fueron y vinieron de España a América. Maleando este concepto, diría que con los Grammy Latinos nos han cogido las vueltas. Rosalía cantó bonito por Rocío Jurado, pero la comparación resulta dolorosísima. Rosalía no pretende engañar a nadie, se sabe pastiche. Esa fue la Andalucía que vi: un pastiche prefabricado y metido con calzador, para mayor gloria del cash hispano. Pastiche, de pasta.
Quién me mandaba rascarme la postilla.
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