quemar los días
Benditas elecciones
En realidad, viendo el percal, deberíamos celebrar elecciones municipales todos los años
Ya están aquí las elecciones municipales, y me sorprendo de que la cita no os llene de alegría. Estoy ansioso por que todas nuestras calles y plazas amanezcan con los caretos de los candidatos. Sales a sacar al perro y, si te has levantado con ... el pie izquierdo, el candidato de turno te sonríe desde una farola con su gesto recauchutado de Photoshop, demostrándote que es posible acabar con las arrugas: todo es cuestión de actitud. Compiten entre sí por regalarte su gesto más convincente, su mueca más saludable. Tú recoges la mierda caliente de tu perro en una bolsita, pero el candidato te comprende. Y si tenías alguna duda, ahí está su infalible lema: «Más por tu pueblo»; «Siempre cerca de ti»; «Te escucho»; «Por el progreso de tu municipio». ¿De verdad que eso no os arregla la mañana?
Nunca como en las semanas previas a las elecciones municipales, nuestros fines de semana están tan plagados de actividades de ocio. Conciertos, yincanas, ferias, carreras populares, todo lo que podáis imaginar lo tenéis ahí, ¡y casi todo gratis! Nuestros pueblos y ciudades se pueblan de verbenas, hay pasacalles, bebidas con precios económicos. ¿Es que alguna vez tu ciudad ha vivido un momento más próspero?
Además, está lo de los buzones. Pobres buzones, tan vacíos en este tiempo en que todo se comunica ya por email. Llevas meses en los que lo único que cae a tu buzón son las ofertas del 3x2 de Carrefour. Y en estos días abres tu buzón y, ¡zas!, allí las tienes: cartas y cartas de programas electorales que parecen enciclopedias. ¿Quién dijo que el papel había muerto? Incluso te mandan los sobres con el voto. ¡Ya tienes papel para hacer la lista del súper!
Y lo más extraordinario de todo: las calles llevan cuatro años abandonadas, el mismo bordillo descoyuntado y con el cemento a la vista desde el primer mes de legislatura, la misma puñetera farola parpadeante desde hace años. Pero, de repente, un mes antes de las elecciones, ¡milagro! Nos arreglan el asfalto, el bordillo, las farolas. ¡Y qué bien pintan las calles los operarios municipales! Da gusto ahora cruzar por los pasos de cebra, la pintura blanca de la carretera casi hiere a los ojos. ¿Y los jardines? ¡Oh, qué maravilla! Lo de menos es que estemos en sequía. ¡Qué vigor de periquitos! ¡Qué preciosidad de flores!
No entiendo por qué las elecciones municipales no os motivan. Mirándolo fríamente, es el único momento en que nuestros políticos parecen hacer algo por nosotros. Te sientes querido, se te sube la autoestima, y tienes la sensación de que todo el dinero que gastas en impuestos durante cuatro años se materializa en algo. Viendo el percal, la pregunta no me parece para nada descabellada: ¿Por qué no celebrar elecciones municipales cada año?
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