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NI SANTA NI JUSTA

Qué sabe el inglés de Inglaterra

En Sevilla solo son unos 340 intrépidos los que a diario visitan Itálica

Charo Lagares

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La tilde la delatará, pero Núria, nuestra profesora de Latín, era catalana. Cuando la clase se disgregaba y las de Letras debíamos reformular la agrupación, sin interferencias numéricas de las futuras estudiantes de Empresariales, nos guarecíamos en los laboratorios. En ocasiones, cuando las bajas eran ... tantas que ocupar un aula completa habría revelado un pecado de elevadísima ambición, la profesora nos pastoreaba hasta una sala de reuniones. Sentadas como gallinas en los sillones, con la ligera sensación de ser las elegidas, pues mientras nosotras ejercíamos de detectives de las palabras y comenzábamos a sospechar que la autoridad solo emana del respeto y que, por ende, para ganársela lo primero a lo que se debe renunciar es a la fusta, un día confesó lo que tantas otras veces escucharía después en los labios de los forasteros: en Sevilla, dijo, no es fácil hacer amigos. Sí era sencillo, advirtió, llevarse bien con el sevillano. Integrarse en su pandilla, cenar en su casa, visitarlo en la playa o lograr pasar unas horas con él en su caseta se convertía, para el que llega solo, en tarea complicada.

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