tribuna abierta
Sánchez y los españoles
Hay poca diferencia entre Trump y Sánchez, a no ser que éste miente con cara compungida y en voz baja, pero miente
![Sánchez y los españoles](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/12/17/pedro-sanchez-tribuna-RQGskED8GGLRRylrUBGvfZL-1200x840@diario_abc.jpg)
EL pasado mes de abril, la editorial Trotta publicaba la traducción, por primera vez en nuestra lengua, del conocido libro de Eric Voegelin, 'Hitler y los alemanes'. Nacido en Colonia en 1901, Voegelin fue profesor de Ciencia Política durante muchos años en Estados Unidos, adonde ... llegó desde Viena en 1938, huyendo del nazismo tras la anexión de Austria. A finales de los años cincuenta, aceptó regresar a Alemania para ocupar una cátedra (la de Max Weber) en la Universidad de Munich. Pronto se sintió extraño y descolocado en su país, en el que, como no tardó en detectar, parecía querer olvidarse a toda costa el nazismo, considerándolo como una suerte de accidente histórico en el que poco habían tenido que ver los propios alemanes, como si aquello hubiese sido un desvarío puntual y pasajero. Como señala José María Carabante, el editor del volumen, en la excelente introducción elaborada para el mismo, aquella Alemania de Adenauer quería mirar sobre todo hacia adelante. La reacción de Voegelin, cada vez más incómodo para muchos de los que le rodeaban, fue dictar en 1964 todo un curso, las conferencias que más adelante se publicarían como libro. En las mismas no se ocupa de Hitler sino de los alemanes, esto es, de quienes permitieron y posibilitaron que éste alcanzase el poder y que lo mantuviese durante más de una década. Por el texto desfilan, de ahí la incomodidad que provocó, no sólo quienes con su acción cooperaron directamente a que ello fuera posible sino también quienes hicieron poco o nada por impedir lo que terminó siendo un régimen responsable de la muerte de millones de seres humanos. Como concluyó Voegelin, que volvería definitivamente a Estados Unidos en 1969, lo relevante era analizar la sociedad que hizo posible que los nazis llegaran al poder; es decir, lo preocupante no eran estos, sino los alemanes que eligieron al canciller del Reich y a sus secuaces creyendo que eran idóneos para asumir la representación política de la sociedad en que vivían.
La reflexión de Voegelin se ha convertido en un recurso clásico para ocuparse de la responsabilidad ciudadana, principalmente la de los votantes pero no sólo, de aquellos que en un régimen democrático cooperan y hacen posible que acceda al poder (y se mantenga en él) quien puede deteriorarlo de manera grave e incluso llegar a destruirlo. Salvando las distancias, después de seis años al frente del gobierno, podría escribirse perfectamente un «Sánchez y los españoles», al modo de Voegelin, en el que una buena parte de estos no saldrían, por complicidad manifiesta o disimulada, bien parados. A estas alturas, no cabe ya alegar desconocimiento o sorpresa. Ni siquiera puede considerársele un mal menor. El personaje ha acreditado sobradamente quién es y qué está dispuesto a hacer para mantenerse en el poder: alguien sin escrúpulos que está sometiendo a un desgaste insoportable, a un deterioro sin precedentes y casi irreversible a la democracia fundada por la Constitución Española de 1978.
El diagnóstico ya lo tenemos hace tiempo y tiene bastante que ver, como se reitera de forma constante, con una ejecutoria, política y personal, caracterizada por un desprecio absoluto a la verdad. Este modo de proceder, consentido y tolerado por tantos, no es un invento original de Sánchez, ni éste por supuesto tiene la exclusiva del fenómeno, a pesar del virtuosismo que ha alcanzado en su práctica. Como se sabe, es uno de los rasgos característicos y extendidos de la política contemporánea en la que la mentira y, lo peor, la falta de rendición de cuentas por ésta campan a sus anchas. Hay poca diferencia entre Trump y Sánchez -a no ser, como ha señalado recientemente José Luis Pardo, que éste miente con cara compungida y en voz baja, pero miente-. Como decimos, el diagnóstico, la descripción de lo que nos sucede, lo tenemos perfectamente claro. Nos puede servir muy bien un pasaje extraído de 'El destronamiento de la verdad' de Dietrich von Hildebrand. En 1943, en pleno aniquilamiento totalitario de ésta, de la verdad, este filósofo católico hoy bastante olvidado escribió lo siguiente: «El desprecio por la verdad, cuando no es simplemente una tesis teórica, sino una actitud vivida, destruye patentemente toda moralidad, incluso toda racionalidad y toda vida comunitaria. Todas las normas objetivas se disuelven por esta actitud de indiferencia hacia la verdad; también lo es la posibilidad de resolver objetivamente cualquier discusión o controversia; la paz entre individuos o naciones, y toda confianza en otras personas resultan también imposibles. Se subvierte la base misma de una vida verdaderamente humana».
Hace tiempo que nos estamos jugando mucho, más allá de la democracia del 78. Las palabras de von Hildebrand son una síntesis perfecta de lo que está en riesgo, ya que aluden a aquello que la verdad hace posible y que su contrario, la mentira, niega o destruye: moralidad, racionalidad, Derecho, paz, confianza o vida. Convendría que resonasen fuerte, como un aviso, en la conciencia de esos españoles que todavía apoyan o sostienen a Sánchez con su adhesión inquebrantable.
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