tribuna abierta
El respeto al toro
En un afán de perfeccionamiento de las características fenotípicas del toro, hemos edulcorado el carácter de la víctima, hasta el punto de que la mayoría no percibe el peligro latente
LO principal de este rito inmemorial y no espectáculo es el toro bravo. Esta consideración nace de la unidad de pareceres entre todos los concelebrantes de dicha ceremonia ancestral. De la autenticidad y de la pureza en su desarrollo depende, en gran medida, la aceptación ... por parte de los creyentes y el respeto por parte de los agnósticos.
Estos últimos, en los momentos actuales, recriminan el sufrimiento al que se somete a la víctima propiciatoria. Si nos examinamos profundamente, es posible que, con el devenir de los tiempos, les hayamos dado motivos para pensar que así fuese. En un afán de perfeccionamiento de las características fenotípicas del toro, hemos edulcorado el carácter de la víctima, hasta el punto de que la mayoría no percibe el peligro latente y este es precisamente el acicate por el cual se hace auténtico y sublime a la vez.
Este rito que se inicia en la antigua Grecia, cuando el binomio del hombre y el toro se dio cita a orillas del Mare Nostrum. Posteriormente todas las culturas van adaptando el rito a su propia idiosincrasia, siempre el hombre ritualizó su muerte frente al toro, ofreciendo su cuerpo, y a la vez recibiendo de él la virilidad.
Consecuencia de la oscuridad en que se sumerge el hombre en el Medioevo, el rito se desvirtúa y se prostituye. Se lancean toros, el hombre se protege mediante artilugios superfluos. El pueblo soberano pierde protagonismo en favor de la aristocracia. El hombre ante la pujanza y la fiereza se ve impotente en dominarlo personalmente, incurriendo en la blasfema actitud de desjarretarlo.
El infante español, que fertiliza con su sangre los campos de Europa en los tercios, reclama su protagonismo. Poco a poco el caballero se ve relegado a un segundo plano, cediendo su lugar al hombre de campo, centauro marismeño, vencedor en Bailén. El hombre a pie retoma la hegemonía en el rito. Surgen dos iglesias, ambas ortodoxas: el rito rondeño y el sevillano.
En lo taurómaco surge la llamada edad de oro: José y Juan. Sumo sacerdote ortodoxo José y creador del cisma Juan, que dejan plasmados sus conceptos en todos los ruedos del mundo. Toreo conceptista frente al culteranista, que sin más amparo que su valor, concibió un toreo sin recursos.
Lógicamente el toro debe adaptarse, conservando su pujanza fundamentada en el tronco de su procedencia, pudiéndolo reconocer en la plaza, aunque careciera de hierro y divisa. En la actualidad, dado que nuestra mayor fiesta ha perdido mucho de la magia del rito para convertirse en un espectáculo, se ha pretendido tutelar por falta de criterio del espectador, legislando lo ilegislable. Se ha pedido respeto para el toro grande, en detrimento del respeto al toro bravo.
El respeto al toro hace respetable al hombre que convive con él, bien acrisolando su bravura al criarlo, bien intentando dominarlo con arte y conocimiento. Respetemos sus querencias, el toro no tiene la obligación de ser bravo, como la de su matador el ser valiente. La exaltación de ambas lleva implícitas su gloria o su humillación.
Ennoblezcamos el arte de picar. Ese tercio debe reformarse, es factible y conveniente. El toro que por su condición de bravo humille ante ese muro pierde toda posibilidad de embestir. No lo convirtamos en un títere. Si así fuese, cada vez surgirán más argumentos agnósticos que negaran la justificación de su existencia.
Finalmente, en el apartado sublime donde el binomio disfruta del diálogo más profundo, no se abuse de las pláticas extensas, y en el final postrero, cuando el diálogo se transforma en monólogo por la claudicación material de la víctima, respetemos su dignidad. ¿Qué virtud tienen los alardes cuando la acometida es menos fiera? Ofrezcámosle la muerte cuando su pujanza es todavía altiva. Los asistentes al rito valoraremos mucho esta actitud. El toro, y a él, nuestro respeto y devoción. Lleva en sus astas la muerte, pero también el perdón.