tribuna abierta
'Heheando'
¿Cuántos y, sobre todo, qué andaluces hehean?, ¿lo hacen siempre y en cualquier ocasión? A finales del siglo pasado lo calificábamos de «marginal, restringido a ciertos estratos»
!['Heheando'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2022/11/02/letras-andalucia-hehean-RG2fJ5gCcS5Cn4FO9j3GYhN-1200x630@abc.jpg)
En mi ordenador 'entran' a menudo vídeos del humorista Manu Sánchez. Sé, por mi nieto, estudiante de Secundaria, que incluso son utilizados como 'herramientas' para conocer el andaluz (en la clase de Lengua española). En uno de ellos (durante más de un cuarto de hora ... los oyentes no paran de reír), se ocupa de jartible, vocablo «tan nuestro» –recalca una y otra vez–, que por sí solo define una 'condición' de los andaluces. No lo busquen en el Diccionario. Y en el 'Tesoro léxico de las hablas andaluces' se remite a hartible, pesado, inaguantable.
Aparte de su peculiar ceceo, destacan las abundantes 'aspiraciones' denominación poco apropiada para referirse a un sonido que se produce –al espirar, claro– en la parte posterior de la cavidad bucal, casi en la glotis, y en el que acaban confluyendo el de la -s (o -z) en posición implosiva ('dehnúo' [desnudo], 'peyihcá' [pellizcar´]), el representado gráficamente como j [o g ante e, i] ('oho', 'hente') y el inicial de hambre o hembra (del latín 'famen, femina'). La palabra jartible (de harto < 'fartus') no tendría de especial más que el valor 'activo' de un sufijo que en (im)posible, factible o (in)divisible es 'pasivo'. De modo que 'caha' puede corresponder a casa, caza o caja; «un día de huelga» podría acabar siéndolo de juerga (así en el Diccionario), y llegan a igualarse hasta cuatro consonantes que otros hablantes de español distinguen y que todos representamos ortográficamente con cinco letras diferentes: estoy, pellizcar, ojo, gente, y la muda de harto.
A ellas se suma el llamado heheo (por paralelismo con seseo y ceceo), esto es, la pronunciación igualmente 'aspirada' de la s- (o z-) inicial de sílaba ('peheta[s]', 'pehe[s]' peces), aunque así ocurra por empezar con vocal la palabra que sigue ('la-hagua[s]', en alternancia con 'la-sagua[s]'). He aquí lo que acabo de oír con nitidez a una apuesta joven que habla por teléfono, mientras ambos esperamos la llegada de un tren en la estación sevillana de Santa Justa: «Yo creo que 'hí', pero, vamo, que no 'hé'» (yo creo que sí, pero, vamos, que no sé); «'hoé', ya [e]htoy harta de 'pahá nehehidade'» (joder, ya estoy [h]arta de pasar necesidades).
Pero ¿cuántos y, sobre todo, qué andaluces hehean? ¿Lo hacen siempre y en cualquier ocasión? Cuando a fines del siglo pasado se publicó 'El español hablado en Andalucía', calificábamos el heheo de «marginal, restringido a ciertos estratos socioculturalmente bajos y en registros no cuidados». De ahí mi extrañeza cuando, hace pocas semanas, una de las participantes en el XXXVI Congreso de Jóvenes Lingüistas, celebrado en la Universidad Hispalense, llegaba a la conclusión de que en Loja es practicado por hablantes de todos los sectores de la población, e incluso es la solución preferida (por encima del ceceo, seseo y distinción) por la capa de instrucción superior. No he visitado últimamente esa localidad granadina, pero me cuesta creer que tanto hayan cambiado las cosas.
El grado de (des)estimación del resultado de cada alteración fonética termina pesando más que la necesidad (o conveniencia) de evitar el riesgo que para la claridad de la comunicación suponen las igualaciones de dos o más sonidos. Un periodista (andaluz) decía de un político malagueño que, con sus continuas «aspiraciones», parecía un «pastor de cabras», una equiparación que, además de ser inoportuna, no permite discriminación alguna. No sé si pensaba también en la pronunciación 'hente' (no gente), que, pese a ser el rasgo más extendido en Andalucía, poco cuenta en la evaluación, dada la escasa conciencia que del fenómeno se tiene. Pero el que no avance –más bien disminuye– la pronunciación ('aspirada') de la inicial de harto no se debe a la 'voluntad' de distinguirlo de 'arto' [alto] (como en mi 'arma' [mi alma]), peligro de ambigüedad que, por cierto, no afecta al mencionado jartible (ni a [una] jartá).
Tampoco la gran extensión en el mundo hispanohablante de 'ehtoy' [estoy], al igual que la del seseo, responde a tal razón. Pues bien, si no parece vaya a progresar 'habe' y 'hí', por sabe y sí, es porque se trata de un hábito articulatorio que está mal visto (mejor dicho, oído). No es muy distinto a lo que ha sucedido y sucede con 'tenío' o 'deo', 'abuha [aguja] o 'buhero' [agujero], 'gabina' [cabina], 'naide' o 'probes', etcétera que, como tantos otros vulgarismos, tampoco son propiedad del sur de la Península, sino un sambenito más que nos ha caído encima.
En este caso, ni siquiera se ve aliviado por el adjetivo 'gracioso' que suele asociarse al acento andaluz (claro que peor lo tienen otros, como el murciano, tenido por paleto y feo). No, no suele aducirse el heheo como una de las peculiaridades por las que alguien se siente 'orgulloso' de pronunciar –que no hablar– «(en) andaluz». Si Loja ('Loha') se ha convertido en un islote en el que ocurre lo contrario, habría que indagar por qué.
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