LA TRIBU
La tarde del rabo
Con usted, soy de los tres o cuatro que no estuvieron en la plaza la tarde del rabo
Los comentaristas de la corrida decían por la televisión que si salieran a la calle a preguntar cuántas personas estuvieron en la plaza la tarde del rabo, concluirían que la Maestranza tendría, aproximadamente, unas trescientas mil localidades. Conocedores del paño del «yo estuve allí», hacían ... acertados cálculos. Y es cierto. Esto ha pasado siempre, en los toros, en el fútbol, en los accidentes, en los acontecimientos de masa, digamos recitales, última actuación de no sé qué famoso o famosa, entierros y, en fin, allí donde suele estar Vicente el de la frase popular. Comoquiera que la corrida del rabo la televisaron y nos ofrecieron todos los detalles de las distintas faenas, incluso a cámara lenta, a ver quién le dice a usted, que estaba tan a gusto en su casa, que no «estuvo allí», si usted dice que estuvo. Pues yo no estuve. A eso de las dos y media iba camino de un almuerzo con uno amigos; vi cómo sudaban las estatuas y se desmayaban los gallos de las veletas. Uno de los comensales me tiró el capote sobre el mantel: «Si quieres venirte a los toros con nosotros, te vienes y vemos los tres juntos la corrida». Mi respuesta fue clara: «Muchas gracias, pero dime cuánto tengo que pagarte por decirte que no voy. Esta tarde pueden salir ardiendo las banderas de la plaza. Prefiero el tendido -nunca mejor dicho- Daikin». Así que soy muy especial: con usted, soy de los tres o cuatro que no estuvieron en la plaza la tarde del rabo.
Calculaban los comentaristas un aforo de trescientas mil personas. Hay más aforos. La tarde del rabo da para mucho, para mucha mentira, para mucha hipérbole, para mucho roneo, para mucho postureo y para mucho cuento. Al número de asistentes hay que arrimarle el número de los que vieron la corrida desde la barrera del tendido uno, dos, tres o cinco. ¿Trescientas mil personas en la plaza? Pues en un tendido de sombra, unas cincuenta mil, más o menos. ¿Y cuántas caben en barrera de sombra? Pues esa tarde, dos abajo o tres arriba, unas doce o catorce mil personas. ¿Y en un burladero del callejón, justo delante de todas las faenas? Pues, más o menos, tres o cuatro mil personas. ¿Que le parece que exagero? Pues pregunte, pregunte. Y algo más: habrá quien le enseñe una foto en el tendido, una foto de hace tres o cuatro temporadas, y le diga que es de la tarde del rabo. Y otros, aunque no se enteraran de nada, dirán todo lo que los toreros cuchicheaban con sus cuadrillas, y que la faena gorda fue justo a la altura de su tendido. Y en ese plan del «a mí me han mentido, miento yo y miente después el que me oyó», todo hecho a la sevillana manera, el embuste puede llegar a ser tan gordo que resulte que, la tarde del rabo, el único que no estuvo en la plaza fue Morante.
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