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LA TRIBU

La siesta

Era un territorio prohibido y peligroso por el que nadie, sin una razón de peso, cruzaba jamás

Antonio García Barbeito

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Daba miedo la siesta. Te he oído decir que la siesta, en los veranos de tu niñez, eran una larga noche con sol. La siesta, entonces, estaba llena de perros rabiosos que obligaban a cerrar todas las puertas; y de crímenes horrendos, como las noches ... duras de invierno de lluvia y frío. Por la siesta, allá por los trascorrales, deambulaba el Tío de la Sangre, y el sol recalentaba las ideas torcidas de los hombres de malos pensamientos y abría los cajones donde dormían las navajas, los cuartos donde se guardaban las hoces y los bieldos, los armarios donde se escondían las escopetas. «La siesta enciende la sangre, y nunca sabemos en qué dirección va a salir, incendiada, esa sangre. Pero sale.»

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