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LA TRIBU

Setas

Nunca viste a un hombre del pinar con níscalos pequeños, los deja e incluso los tapa

Antonio García Barbeito

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Aún recuerdas aquel anuncio que venía en este periódico, si no todos los días, casi todos, animando a cultivar setas y a ganar mucho dinero con ese cultivo. Tú entonces no te fiabas más que de los gurumelos –níscalos– del pinar de la tribu y, ... si sabías qué mano los había cogido, de los faisanes –un riquísimo boletus– que conociste en Las Navas de la Concepción. Te costó entrar en los gallipiernos que servía, con el esmero que lo servía todo, el exquisito José Vicente, en Aracena. Algo más allá, en Almonaster la Real, fue cuando te ganaron dos setas sabrosísimas, cada una a su manera, dos amanitas, la cesárea –la llamada tana– y la ponderosa –el llamado gurumelo–, una de otoño y la otra de primavera. Dos locuras, si están bien cocinadas. Tanas en Almonaster –en El Camino– saben a gloria cuando Pepín las acerca para celebrar a los amigos, como hace con los gurumelos. Pero para ti tienen algo muy especial los níscalos, los llamados en Huelva pinateles. La alegría que te supone ver un níscalo no tiene igual en toda la amplísima gama micológica. El níscalo es único para ti.

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