LA TRIBU
Realidad
El paisaje ideal es una realidad de subidas, de impuestos que nos rodean, de despropósitos políticos
Recuerdas unos versos: «…Y me siento ridículo, fuera de lugar, / como un alumbrado que sigue encendido / después de la fiesta…» Pocas cosas resultan tan desubicadas como ese alumbrado –ya sin encendido– que a mediados de enero aún sigue colgado en algunas calles y que, desganado, ... mantiene sus palabras de todos los años: 'Felices fiestas', 'Feliz Navidad'. Todo tiene su tiempo. Cuando diciembre empezó a serlo desde finales de noviembre, el Adviento abrió su capa de maravillosa ficción para envolvernos en la ilusión, en la magia, en los días que son únicos por sus colores, sus sonidos, sus símbolos, sus luces, y así lo hemos vivido hasta hace un par de días, cuando el amanecer de más feliz inocencia reinó en la mañana de Reyes. Hasta ese día, todo fue recreación de la tradición –o de lo que suponemos que fue, que es mucho más hermoso– con los añadidos de quienes necesitamos levantar, aunque sólo sea por unas semanas, el paisaje ideal, movernos por la fantasía de luces y cantos, de brillos, de la verdad de la mentirosa nieve, de los mentirosos ríos, de las mentirosas montañas. Todo, hasta despertar en la playa siempre incierta de la mañana de Reyes, que nunca sabremos, por más que nos esforcemos, qué regalo asombrará e ilusionará más al niño, que muchas veces los hemos visto desdeñar muñecas o trenes para entregarse todos a unos globos de colores.
Y ahora, la realidad. Una realidad que duele más por venir de la fantasía. La carroza se ha convertido en calabaza, la alfombra voladora ha caído a tierra, el paisaje ideal es una realidad de subidas, de impuestos que nos rodean, de despropósitos políticos, de clavos ardiendo a los que se agarran quienes ya no saben cómo mantenerse en cargos apuntalados por puntales enemigos que, por intereses propios, fingen solidaridad con los intereses de España. Llega la realidad. Como leíste en otros versos: «Sonó el despertador, llegó la hora / de recoger las velas de este sueño…» Se acabó la fantasía. El camino que se nos abre delante no es «el camino que lleva a Belén», es la cuesta del año –ya ni la de enero–, esa empinada cuesta por la que resbalamos una y otra vez como un Sísifo cargado con la piedra de los problemas, propios y ajenos, y muchas veces más ajenos que propios. No hay bosque de papel donde esconderse, ni montañas de bornizo a las que huir, ni casitas de cartón a las que llamar, ni Portal donde refugiarse junto al Niño. Se apagaron las luces, se regaló la nieve, emigraron a sus cajas las figuras, y en la calle, el lujo es pobreza. A partir de ahora, lo que nos deslumbre serán medidas cegadoras; y habrá hombres que vengan a desbaratarnos la ilusión. Nosotros seguiremos aquí, tratando de defendernos y con la esperanza puesta en el próximo Adviento..
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