la tribu
Pena
El campo espera ansioso la llegada de la lluvia
El más certero parte del tiempo está en algunos aspectos del campo, verbigracia, en la polvareda que deja atrás ese tractor que va por el camino. El camino, duro. Y el campo, todo, como si lo hubiesen asfaltado. Los espárragos de la dehesa, enteleridos. Y ... donde el llano se acuna, un sol sediento bajó y se bebió la laguna. La yerba que mantiene su verde, raquítica. No encuentra la pisada nada mullido en su paseo, y aunque el gamón ya empieza a abrir sus flores, y ya las han abierto las teresitas, y ha enrojecido -qué belleza- la acedera borde, da miedo pensar que lo que de buena cara tiene el campo queda descrito en esa frase popular que tantas veces se adelantó a la manguilla de los entierros: «Eso es la mejoría de la muerte…».
Parece el campo un Génesis suspendido, un lapso invernal entre el otoño y la primavera. Como si la Mano hubiese tenido que acudir a hacer algo más urgente que la Creación misma. O, para ser más humano, como pintor que abandona el caballete con el cuadro a medio pintar, porque se le ha olvidado un color, porque quiere pensar mejor el motivo de su obra… El campo es ahora una suspensión. Una espera. Pero no la gozosa espera de la impaciencia que ya columbra al lejos las luces que vienen a vestir la primavera. No. La espera del campo es de niño de cuna hambriento que se anda inquieto porque ansía la necesaria hora de la lactancia. Agua. Si la Mano convirtió el agua en vino en Caná, ¿por qué no convierte en agua el peligroso oro de los días transparentes, azules, límpidos, despejados, un punto mentirosos, trampantojo al fin? En todas partes, el almendro aprovecha estos días para lucir su recogida, íntima, floral nevada. Sabe el almendro que, si no se viste de blanco ahora, se pasará el año sin que sepamos qué árbol es. Una espera. ¿Peor que una sequía larga? Si nos fiamos de la copla flamenca, sí: «El ciego de nacimiento / sin esperanza de ver, / no pasa tantas fatigas / como el que ha visto y no ve». Este campo vio la lluvia en el otoño, y la vio en diciembre, y ahora no la ve. Fatigas. Y necesita ver de nuevo, creer en la lluvia, creer en quien la acarrea. Como si no fuera bastante pena aguantar a quienes, desde fuera, siguen maltratándolo…
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