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LA TRIBU

El paraguas

Ser pobre no es ninguna desgracia, pero es muy incómodo

Antonio García Barbeito

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En Villamanrique sostienen que el que no tiene dinero no puede ni discutir, porque si en la discusión va una apuesta, no puede apostar. Llevan razón; tanta como la copla flamenca, más cruel: «Hombre pobre huele a muerto, / a la joyanca con él, / que el ... que no tiene dinero, / requiescat in pace, amen». Ya te dije una vez que ser pobre no es ninguna desgracia, pero es muy incómodo. Y es incómodo, sobre todo, cuando nos vienen dadas contrarias y hay que solventar como sea, sacando de donde sea, o entregándose al enemigo. En este caso, el enemigo son dos subidas que les pillan a los pobres. Este término, el de pobre, puede que no nos agrade a muchos, pero somos muchos los pobres que no queremos reconocerlo, y a veces, para despejar la duda y quedarnos tan felices con que somos de clase media, echamos unas monedas en la bandeja de la misa o damos algo por Navidad. Tu recordado amigo Anselmo Arnaiz lo decía muy bien, y se quedaba tan tranquilo: «Soy de familia pobre venida a menos». Pues así, hoy, muchos, muchos.

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