LA TRIBU
A oscuras
Bienvenidas todas las medidas si vienen a aliviar al trabajador, pero nunca será lo mismo trabajar de noche que de día
Por la noche de luna llena del olivar iban los pasos de los que, con la huella del robo marcada en la tierra, vendimiarían manzanillas y gordales, las llamadas aceitunas luneras. Plata sobre plata, un olivar encendido bajo la luz de la luna es una ... inexplicable belleza dormida que deja desnudos los frutos, indefensos entre las hojas. Siguen yendo a los olivares nocturnos los pasos del latrocinio, aunque, ahora, con todas las licencias, en la noche del olivar hay luces terrenales que desnudan las aceitunas.
Dice tu amigo Diego que la madrugada del verdeo es una locura de luces entre los olivos, luces que los ordeñadores llevan en la frente para ver en la oscuridad, sacrificados en el trabajo nocturno para evitar el calor canalla que bajará con el Ángelus: «Como si estuvieran encandilando pájaros con linternas…». Sí, así. Y como mineros equivocados, como nocturnos otorrinos del verdeo. Con una luz en la frente, faros ambulantes, cíclopes con ocular prótesis de led, los cogedores trastean entre las ramas buscando racimos de olivas para, bien ordeñadas, llevarlas al macaco.
Es verdad que el bracero, así, se quita mucho sol del lomo, pero nunca será lo mismo coger aceitunas de noche, aunque cien faros iluminaran, como a la luz del día. Dice tu amigo que cuando el día se enciende da gloria verdear. Para el verdeo, no hay luz como la de la mañana, hasta el mediodía. Incluso el sol de la tarde, como la noche, equivoca, confunde. Miras un olivo por la tarde y lo consideras limpio de frutos y a la mañana siguiente las precisas linternas del sol te señalan dónde se quedaron aceitunas por coger.
El refrán lo dice muy claro: «Lo que de noche se hace, de día aparece». Bienvenidas sean todas las medidas y todos los inventos, si vienen a aliviarle al trabajador, del sector que sea, la dureza del trabajo, pero nunca será lo mismo, en determinados tajos, trabajar de noche que trabajar de día, aunque iluminaran los sitios de la faena con todas las luces artificiales. Un rayo de sol es una espada sin rival, y por muchas aceitunas que, asistidas por linternas frontales, cojan las manos nocturnas, el encendido del sol que viene por la mañana llena de aceitunas los ojos. Y las manos.
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