Orígenes

¿Cuánto tienen de franceses, o de italianos, o de alemanes, o de gallegos, o de montañeses los paisanos que llevan en el carné de identidad o en la sangre apellido de estos lugares? Por mucho apellido que arrastre la casta, ¿no valen dos siglos para que un quinto o séptimo descendiente diga soy de aquí? Alegremente —y cargados de razón—, decimos «tomates de Los Palacios», «sandías de Chipiona», «papas de Sanlúcar de Barrameda». ¿Son de esos sitios los tomates, las sandías y las papas? Claro que lo son, aunque no lo sean de origen. En aceitunas, decimos «verdial de Huévar», «gordal de Utrera», «manzanilla del Aljarafe»… Y vaya usted a saber si está en esos lugares el origen. Por cierto, seguro que han oído decir que la arbequina es catalana. Pues, a ver. La arbequina es el nombre que el XI Duque de Medinaceli, barón de Arbeca, le dio al fruto del plantón que, a mediados del siglo dieciocho, se trajo… ¡de Palestina! Y a ver quién le dice a un catalán de Las Garrigas que no son de ellos, aunque quizá sean de la variedad «nabali baladi», la más común en Palestina. Por lo tanto, ¿es únicamente aljarafeña la manzanilla sevillana que lleva años y años plantándose y recolectándose en varias zonas de la provincia? Y aunque por ser el suelo distinto pudiera ser algo distinto el grano, si lleva años cultivándose allí, ¿no es manzanilla sevillana la que dan los olivos manzanillos de Extremadura? Las papas de Sanlúcar, ¿son de allí o de la Cordillera de los Andes? Los tomates de Los Palacios, ¿son de Los Palacios o de México? Dicen que por mi pueblo pasaron fenicios, romanos, árabes… ¿somos o no somos del pueblo los del pueblo? Como nos pongamos en este plan, nadie ni nada es de donde cree ser.