LA TRIBU
Los nombres que fuiste
Tenías entonces cientos de nombres en las cosas que eran tuyas
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En la tribu, las personas también tenían otros nombres, amén del suyo, nombres –o apodos– que a veces incluso dejaron sin sonido al de la pila del bautismo. Y así, la Niña Tía, la Chacha, el Rubio, Mojeda, el Niño Mata… O bien, en muchos ... otros casos, el nombre y la referencia inmediata de la madre, el padre, un lugar de trabajo o de nacencia: José Lutgardo, Esteban Bonares, Diego el de la Plaza, José el de Curro, Domingo el de Merceditas, Juanito Caridad, Joselito el de los Cerros, Manuel el de la Tiesa, Antonio el de Marlo…
Tú, campo, tenías entonces cientos de nombres en las cosas que eran tuyas. No hacía falta decir campo para nombrarte; ni para que tú supieras que estaban nombrándote. Sonaban aquellos nombres y tú volvías la cara, porque todo eras tú, como en el panteísmo de Spinoza. Decían bielgo y decían campo; decían sombrajo y decían campo; decían haces, hoces, trillo, márcola y siempre decían campo. Eras campo cuando decían vega, o decían rastrojos, o decían calabozo, o escardilla, o canga, o regabina, o asnilla, o harnero, o criba, o costal, o garbera, o balaguero… Te fuiste haciendo anónimo –sin nombre– a medida que los hombres, las mujeres, los animales, las labores y las herramientas fueron alejándose de ti. Ya nadie te nombra manchón, ni te nombra almocafre, ni te llama por almáciga, ni te dice escarda, ni te llama porquero, ni te dice aparejo, ni te llama descopar, ni te dice quijero, ni te dice descamisar, ni desgranar… Te has ido yendo –se ha ido mucho de ti– en los nombres que fueron yéndose, dejándote. Existe la arada, y la siembra, y la recolección; existe casi todo lo que existía, pero con otros nombres, con menos nombres, porque trabajadores, animales, faenas y herramientas ya no están. No pasan carros, ni carretas, ni cuadrillas de escardadoras, ni porqueros, ni vaqueros, ni muleros… Ni se ven bielgos, ni costales, ni coyundas, ni hay carpinteros que fabriquen yugos, ni las tiendas de la tribu tienen decenas de herramientas para trabajarte. Por fortuna, los tiempos se llevaron mucha penosidad bracera, pero también se han ido muchos nombres, tan sonoros, tan rotundos, tan hermosos. Aunque sigas llamándote campo.
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