la tribu
La luz
Esa luz que en los bolsillos debe de llevar azofaifas, y viste mi casa y la unge, la vi, a punto de ser líquida, en las viejas bodegas y los viejos lagares
COMO en los sabores, en los sonidos, en los olores, en las personas, en los sitios, también en la luz, en las distintas luces, habita la memoria. Septiembre tiene luces de mediodía que tienen dentro la memoria del lagar, y el pegajoso olor de los ... racimos de uvas amontonados, y sin querer, la memoria se va a los lagares de la infancia y al último que visité entre amigos, en Chucena, el lagar de Serafín, donde los que saben beber dicen que allí, en la vieja umbría donde duermen siglos de sabores, nace el mejor mosto de toda la zona, Condado y Aljarafe juntos. Y septiembre tiene, a media tarde, una inevitable luz de verdeo. Por esa luz viene la imagen de mi padre pesando espuertas de aceitunas en la romana colgada de una viga del tinahón. Y viene mi madre con café recién hecho, y el corralón huele a café y aceitunas, y el aire no se extraña. Y huele más a café cuando las hijas de las mujeres que escogen aceitunas en las mesas llegan con chocolateros con café negro. Por esa luz, llegan bestias cargadas con costales y con angarillas forradas y con mangas en las bolsas para la descarga, aquella suerte de ordeño sin esfuerzo.
La tarde que ahora vivo está muy lejos de aquellas tardes del verdeo. Y el aire no me acarrea el sensual olor de la aceituna fresca, y hace más de medio siglo que no veo arrias de vendimia o de verdeo, y no huele a café… Pero a los umbrales de la casa se ha venido, como un perro confiado, una luz que conozco y me conoce. La he mirado y, sin consultar con el reloj, sé la hora que es: la hora de la vuelta de los olivares de verdeo, digo aquella hora, que es otra. Y esa luz que se queda derramando su oro maduro en el poyete de entrada, esa luz única, esa luz que en los bolsillos debe de llevar azofaifas, y viste mi casa y la unge, la vi, a punto de ser líquida, en las viejas bodegas y los viejos lagares, donde los rincones llevaban siglos tocados con velos de telarañas. Luz maciza; luz que a todo -a los álamos del río, a las laderas y a los cerros de la vega, al lomo del tren- le va dando un baño de cobre, como un adelanto del otoño por el que ya preguntan, revoltosos, los abejarucos.
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