LA TRIBU
Otras luces
Por la tierra hay un asomo verde, ensayo de temprana otoñada que, como se descuide, acabará quemado
Las mujeres que se arranaban en los bordes de la era junto a los montones de mazorcas de maíz, ora descamisando, ora desgranando, ya habían aprendido que al jornal se iba por el camino de los olivares, y hasta allí, macaco en bandolera y vestidas ... de clausura, iban ellas a faldear, mientras los hombres que ordeñaban improvisaban, sin pensarlo, un calvario en cada árbol.
Sigue siendo el mismo el olivo, y siguen vivas todavía palabras que la máquina no ha podido desterrar del campo: macaco, escalera, faldeo, ordeño, pimpollo, solera… Tampoco se ha ido del verdeo el ardiente flagelo solar del mediodía hasta las veras de la hora de dar de mano, que si septiembre enciende el día con frescos que piden manga larga, en cuando el sol se planta en el ángelus da miedo salirse de la sombra. Por la tierra hay un asomo verde, ensayo de temprana otoñada que, como se descuide, acabará quemado en una semana de soles infames. La yerba que asoma en septiembre tiene trazas de niña novelera que en su puericia oía tocar las campanas y se vestía de fiesta, aún sin saber si iba a haber fiesta. Cuando los olivos respiran en paz como ubres de cabra recién ordeñada, la tarde aligera el paso, como si temiera que la noche la sorprendiera todavía vestida de calor. Ennochece -te suena mejor ennochecer que anochecer- apresuradamente, como si la sombra fuese un apremio a la luz. Esta luz de ahora, luz de moniatos y de azufaifas, luz de gordales obregonas y manzanillas que empiezan a pintarse; luz de mosto turbio, de pimientos rojos, de aceitunas partidas, de granadas que empiezan a ruborizarse; luz de olor a tomillo, a orégano, a ajo, a salmuera, a cáustica; luz de verano que se ha olvidado de que es otoño, esta luz que te va pellizcando el pan del día, no es tan hermosa como quisieras verla posarse sobre el campo. Necesitarías, para eso, que fuera una luz mojada, una luz sin la piel reseca, una luz no sedienta. Pero esta luz viene desde muy lejos, caminando a tropezones sobre secarrales, con manifiesta ruinera en el semblante y, a su pesar, y con razón, rezongando. Frente a esa luz te quedas, mirando un puñado de aceitunas manzanillas y preguntándote cuando se encenderá la luz de las lluvias…
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