LA TRIBU
Isóbaras políticas
A este paso, no sería extraño que las elecciones se redujeran a un duelo demoscópico
Para decir algo más o menos cierto del tiempo, en la taberna ya no valen ni el viejo callo de Manolo, ni el codo lastimado de Daniel, ni la maltrecha rodilla de Epifanio, que se han pasado años diciendo «va a haber agua pronto…», «vamos ... a tener solano», en función de lo que les 'dijeran' sus padecimientos. Ni valen ya las cicatrices de la doble cesárea de Custodia, que cuando decía «va a caer una…», caía.
Las previsiones del tiempo dejaron de ser algo empírico para fiarlo a la ciencia. Por más que todavía, aquellos que militaron en los cálculos que miraban al cielo o tenían ya muchos años acertando y equivocándose, daban en el clavo cuando decían «ese candilazo va a traer lluvias…»; o bien, «esa luz es de agua…», «este viento trae el agua en la cara», esas dos expresiones que te maravillan desde que las oíste en la voz de tu padre, tan hecho a la intemperie. Llegó Mariano Medina y la previsión meteorológica se hizo gráfico, mapa de isobaras en cuyas curvas derrapaban los avisos paisanos. Por esto, muchas rogativas rezan más ante los mapas del tiempo que ante los altares, aunque también las isobaras pueden fallarnos, si de pronto aparece un viento que barre nubes. En política ocurre tres cuartos de lo mismo. Cuando empezamos a querer aprender de cálculos políticos, tomábamos como referencia la cantidad de gente que iba a los mítines, los muchos conocidos que nos decían a quién iban a votar, la fuerza de un discurso, lo completo de un programa, las simpatías que despertaban los candidatos. Esa era la equivalencia al callo de Manolo, al codo de Daniel, a la rodilla de Epifanio y las cicatrices de Custodia. Ahora, la política tiene isobaras que aciertan mucho, curvas que, salvo vientos de última hora que vengan y se lleven las nubes que estaban cargadas de agua y tenían bien definido la entrega, lloverán votos donde las isobaras de los estudios de la política -las encuestas- dicen. Julio viene cargado de tormenta gorda, dicen; de nubarrones que poco a poco van entoldando el cielo del mapa político de España, y, como en las predicciones del tiempo cuando decimos «hay un cien por cien de probabilidades de lluvia para los próximos cinco días», decimos de la política: «Se espera temporal en tal sitio, lluvias intermitentes no sé dónde y gota fría en el lugar tal. En tal sitio no lloverá». Las isobaras de la meteorología no son tan largas en sus cálculos, pero fíjense con qué precisión y con cuánto adelanto calculan las isobaras de la política, que nos dicen tantos escaños y, a veces, no se equivocan ni en uno. Pleno al quince, cuponazo. No sé cómo lo hacen, pero admiro su asombroso tino. A este paso, no sería extraño que, con el tiempo, las elecciones se redujeran a un duelo demoscópico.
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