la tribu
Hijos del calor
Ya sólo los disfrutas, pero los tres fueron un día razón de tu trabajo
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Coinciden los tres en la mesa de los sabores del verano, en tu mesa. Tú ya no vas a trabajarlos, ni a recolectarlos. Ya sólo los disfrutas, pero los tres fueron un día razón de tu trabajo o de tu afición y capricho, y trataste ... con los tres. El más difícil de trato es el más pequeño, porque se defiende con uñas como felino hostigado, si la mano llega y no sabe llegar. Camuflado en la cama de su nacencia, qué gloria da ganarlo. Madre rastrera, extendida, nacida sin cultivo expreso, que da flor -tápenas- que no te alegran tanto como el bocado rabudo de su fruto, primo de las aceitunas en la ceremonia del aperitivo. Los otros dos le ganan en tamaño y en amabilidad recolectora, por más que uno de ellos sea tan rastrero y también trata de camuflarse entre las ropas de su nacencia. El otro es más vistoso en color y en tamaño, más elegante en su manifestación, con un nacimiento aéreo que desde su flor ya canta lo que será cuando la primavera madure o amague el verano. Tres hijos del calor que llegan cumplidamente a tu casa, y casi siempre de la mano de los amigos.
Tres hijos del calor: sandías, melocotones y alcaparrones. Las primeras te llegan del terreno o de las cercanías, o te reclaman con voz amiga desde las orillas cantillaneras del Guadalquivir, donde las engorda como nadie Basilio Pueyo. Los otros dos sabores, melocotones y alcaparrones, te los acercan a casa las manos generosas y amigas de Rosa y Custodio, que desde Badolatosa vienen a traértelos, sabedores de tu debilidad. Si los alcaparrones son de Corcoya o de Badolatosa, los melocotones son de los que cría Antonio Triguito en Jauja y mima Rosario, su mujer. Tres hijos del calor que alegran el verano, que si el crujido de una sandía ribereña -y eso lo sabe bien tu paisano Juanma Díaz- es un placer que tiene dentro el sabor del mes de julio, con todo lo que eso supone, los alcaparrones son la gloria cogida por el rabo acompañando una copa; y los melocotones, sólo con el olor cautivan, y al morderlos te dejan en el paladar el sabor de los viejos melocotones idos ya de los cercados de la memoria. Ni en almíbar están más dulces. Tres hijos del calor y hermanos de gloria de tu paladar. Benditos sean.
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