la tribu
Gratitud
Se nos viene el campo a las calles del pueblo; se nos viene la orilla del río y se nos viene el pinar, juncia y romero
COMO una gratitud que llegara desde la memoria del Génesis, el campo, cumplidamente, se acerca a los pueblos -no tanto a las ciudades- a dejar presentes de temporada. Si hace unos días la multitud cruzó el campo por una razón romera, y quizá pasó indiferente ... por la riqueza floral, hoy, en vísperas del Corpus, el campo se viene, con una prudencia y una humildad que no tienen igual, allí por donde andará la huella del Dios descalzo del Corpus dentro de unos días.
Quizá tu primer enamoramiento del campo te vino al par en el Domingo de Romerito de las Cruces de Mayo, la vuelta de los hombres del pinar y las calles vestidas de juncia y romero para este jueves que en la tribu sigue, si no con el esplendor sepia con que lo recuerda la nostalgia, con la fuerza festiva de la mañana más hermosa. Se nos viene el campo a las calles del pueblo; se nos viene la orilla del río y se nos viene el pinar, juncia y romero, como animalillos que necesitaran la cercanía urbana por un día, para rendir honores a su Creador. Y si se vienen la orilla del río y el pinar, se vienen, de la mano, el trigal y la viña, espiga y racimo, para que la mañana tenga, amén del exorno, la razón eucarística. Hasta en eso es delicado el campo. Si en Ramos trae a las calles brazos rubios de palmeras y ramas de olivo, en el Corpus trae la elegancia de la juncia, el oloroso verde del romero, la profundidad de la espiga -pan al fin- y la sangre de Jesús en el vino que todavía no tiene la uva joven. Campo, todo campo. Y si nos echamos a otros pueblos para ver otras variantes del Corpus, qué gloria da ver cómo el campo se vino, más exagerado, a las calles: mastranto, eucalipto, almoradux, espadañas… El campo no quiere que los pueblos -sobre todo, los pueblos- dejen de tener ese costado agrario que los identifica, que los engrandece, que les da razón de ser, de principio, de origen, porque el campo sabe que los pueblos -sobre todo, los pueblos- no olvidan que en el principio fue el campo, tan vecino, tan a mano, tan socorrido, tan agradecido. Bendito campo que se sacrifica para echarse en las calles del pueblo para que pase Dios. Gratitud.
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