LA TRIBU

Extremos

Es dolorosa la muerte de los cinco que viajaban en el Titan en busca de los restos del Titanic, pero es más dolorosa la muerte de los inmigrantes que se meten en una lancha

Morir de hambre por indigencia o morir de hambre por un exceso en la dieta de adelgazamiento más cara buscando la talla perfecta. Caer de un andamio desde la planta decimocuarta, mientras se estaba enfoscando, o caer por un fallo del paracaídas de seguridad en ... un salto pagado, por gusto de experimentar la sensación del vacío. O, para estar más cerca del caso, morir en un barco patera, tras pagarle a alguna mafia todos los ahorros, donde navegaban setecientas personas abandonadas a su suerte en el océano, o morir dentro de un mínimo submarino, tras haber pagado doscientos treinta mil euros por la aventura de bajar a cuatro mil metros para ver en el fondo del mar los restos del Titanic.

Extremos. Es dolorosa la muerte de los cinco que viajaban en el Titan en busca de los restos del Titanic, pero es más dolorosa la muerte de los inmigrantes que se meten en una lancha sin más amparo que la voluntad de los vientos o el estado del mar. Hay muertes y muertes. No es lo mismo salir a buscar tagarninas para el almuerzo y, sin darnos cuenta, nos metamos en un cerrado de bravos con la mala suerte de que nos enfile un toro abochornado, que salir a la plaza, con un caché de figura, y que un toro te empitone. No es lo mismo ir en un tractor labrando una ladera y que una rueda pise una piedra y el tractor vuelque y caiga sobre el tractorista, que salir a la carretera a creerse un campeón, y pisar el acelerador hasta los doscientos kilómetros por hora y estrellarse contra un árbol o salir volando por un acantilado. Es verdad que donde está el cuerpo está el peligro, y también es verdad que hay quien, aunque le dé muy pocas oportunidades al riesgo, tiene la mala suerte de un revés irremediable; y quien está continuamente ensayando el riesgo y sale indemne de todo. Pero el mar es hoy una actualidad que tiene dos circunstancias –tiene más, pero ahora ciñámonos a dos– muy distintas, aunque la cara final sea la misma, la muerte. Toda muerte accidental es traumática, dolorosa, penosa, y deja siempre un largo camino de memoria luctuosa. Pero, repetimos, hay muertes y hay muertes. Y aunque lamento mucho la de esos nautas que quisieron acercarse a los restos hundidos del Titanic, algunos de ellos, millonarios que ya no sabían qué hacer con el dinero y se daban a extravagantes aventuras, no es el mismo dolor que el que podemos sentir, que sentimos, por los muertos que el mar devuelve al final de infames naufragios que vienen huyendo del hambre, y no sólo los muertos que el mar devuelve, también los muchos que jamás salieron a la superficie y cuyos restos, menos atractivos para el mundo que los del Titanic, seguirán hasta difuminarse en la fosa común del mar. No es lo mismo, no es lo mismo.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 20€
110€ 20€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios